Mary Fiore
Dios me dio el regalo de conocer, en mi vida, grandes mujeres que dejaron y  dejan huellas  imborrables en mi corazón.
     En el 2010 a tres de ellas deje de verlas cara a cara, hicieron su Pascua, las tres están junto a Nuestro Buen Dios, no me cabe ninguna duda.
 TIA ANDREINA: biológicamente no era mi tía (prima de mi papá)  pero nunca pude hacer diferencia entre ella  con mi tía Irma que si lo era (hermana de mi mamá). Llegó de su Génova natal, a los pocos meses de nacer yo, siguiendo los pasos de su marido que ya había llegado a la Argentina en busca nuevos de horizontes. Lo más sorprendente para mí, lo que le hice contar infinidad de veces fue que se casaron por poder, pero el lugar del novio lo ocupó el hermano de él. Hicieron fiesta y todo…. En esos años como iba a salir de su casa sin estar cansada. Fue una linda historia de amor. Dejar madre, familia, tierra; llegar a un país desconocido, idioma desconocido, alojarse con una tía del marido (mi abuela) también desconocida. Hay que tener agallas!. Muchas mujeres las tienen y recorren el mismo camino.
     Tía: te quise y te seguiré queriendo igual que a tu marido, el tío Luigi. Gracias por el amor de los dos. Fui un poco ingrata en los últimos momentos de tu vida pero vos más que nadie sabes de mis limitaciones.
ALBA: la conocí llevando a mi hijo mayor al jardincito, ella llevaba a sus hijas menores, volvíamos por el mismo camino charlando y así nació una amistad que se potenció cuando los hijos de ambas eran chicos. Fue una amistad muy linda, muy enriquecedora, muchas cosas vividas las recuerdo con cariño, están en mi mente, están en mi corazón.
    
     Fue esposa, madre de seis hijos, odontóloga con manos de seda, sonrisa tranquilizadora y mi amiga. Por conocerla se,  con seguridad, que fue  por la vida IRRADIANDO PAZ.
SONIA: nos unió una amistad de años. Compartimos la catequesis de iniciación de niños, hicimos cursos, organizamos celebraciones, reuniones preparatorias, festejamos cumpleaños, compartimos té . . . gran parte de nuestras vidas.
     Otra gran mujer entregada a su esposo, a sus hijos y con el correr de los años a sus nietos. En medio de su vida  el amor a Jesús y como una expresión más de ese amor se entregó para ser el puente entre la Palabra de Dios y los niños: “catequista”. También en la época de crisis, en el comedor de la Parroquia compartimos, con otras dos señoras, los días jueves para preparar el almuerzo.
     Sonia fue Ministra Extraordinaria de la Eucaristía y creo que las primeras  Oblatas que vinieron al barrio de La Boca la conocieron.
     A las tres las quise, las quiero y las querré. Se que están viendo el rostro del Señor, pero su partida me dolió mucho. Y ya que estamos. . .  le pido una ayudita. Uds. fueron directamente al lado de Jesús, estarán con nuestra tan querida María Auxiliadora, de mí lo dudo un poco o mejor dicho bastante, por eso tiendan sus manos santas, hagan fuerza, intercedan por mi para que dentro de unos años, cuando nuestro Hacedor lo decida, nos volvamos a encontrar y a abrazar.
Aclaración: tal vez, resulte extraño el nombre de esta nota que pretende ser mi homenaje a tres grandes y muy queridas mujeres, pero no se porque, pensando título me vino a la mente esa flor. Por eso lo decidí. Para mi vida fueron tan “bonitas” como lo es la rosa y las espinas es por la pena de haberlas perdido.


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