Lía De Ieso
Trabajadora Social
Acerca de la Comprensión y el Respeto
El respeto a la dignidad humana se presenta como eje central en los postulados éticos de la profesión[1].
Consideramos importante mencionar la introducción del Código de Ética profesional de la Provincia de Buenos Aires, Argentina, que manifiesta “El Trabajo Social está basado en principios filosóficos e ideales éticos, humanísticos y democráticos. Considera al ser humano en su dimensión integral y en consonancia, asume un compromiso activo acompañando los cambios sociales que permiten dignificar la condición humana. A través de una lectura crítica de la realidad y de una metodología sistematizada, debe ayudar a impulsar el proceso transformador de las estructuras sociales, pronunciándose ante los hechos que lesionen la dignidad humana. En este sentido, las normas éticas desempeñan un papel importante ya que sirven como marco de referencia en el sentir y en el actuar de los Profesionales del Trabajo Social”.
A continuación nos proponemos, a la luz de la experiencia, profundizar algunas nociones vinculadas con el respeto a la persona y su dignidad.
En el primer grupo de trabajo del equipo interdisciplinario del Proyecto Fuerza Femenina la reflexión se centró en compartir las ideas previas que cada uno/a reconocía que tenía sobre “las prostitutas” y “la prostitución”, compartiendo lo pensado y aprendido en la historia de cada una/o de los miembros del equipo. Se propuso discutirlo en parejas y luego se realizó una puesta en común. Entonces surgieron: mandatos familiares de no pasar por los lugares peligrosos donde está la `gente mala´, la idea de `vida fácil´, ´peligro´, `suciedad´, entre otras muchas ideas aprendidas e incorporadas que fueron reconocidas e intercambiadas.
Esta es la dinámica de trabajo que fue propuesta para comenzar el año de capacitación del equipo. Nos preguntamos ¿Por qué será importante partir de aquí?, ¿Cómo se vincula con la intervención?
Consideramos de suma relevancia para el actuar profesional empezar reflexionando, cada vez que nos acercamos a una realidad determinada, sobre las ideas que cada uno/a de nosotros trae como personas que pertenecemos a un determinado contexto socio cultural. El trabajo en la temática de prostitución pone en juego muchas representaciones que portamos. Como sostiene Adriana García Espíndola “intervenir en la realidad desde una perspectiva de respeto no significa un rol pasivo del profesional de Trabajo Social. Por el contrario, supone un rol activo en la problematización, en el interrogante de lo cotidiano, en la desmitificación de prácticas sociales “naturalizadas”, en las propuestas alternativas a lo ‘dado´” (Espindola; 2007)
Dentro del marco de la investigación: “Relaciones de Género en la Prostitución. Construcción Social de Nuevas Subjetividades” perteneciente a desarrollos del Trabajo Social de la Universidad de Entre Ríos, Isela Firpo (2001) sostiene que no puede obviarse que las representaciones sociales no sólo remiten a formas de entender e interpretar el mundo y por ende a formas de construcción de la realidad, sino que constituyen sistemas clasificatorios de la misma tendientes a preservar el orden establecido. De este modo, en distintas prácticas discursivas el tipo de prostituta aludida queda prioritariamente circunscripta al peligro, al contagio, a la enfermedad, a la desidia, a la carencia de moral, a la preferencia de opciones fáciles, a la ausencia de sentimientos genuinos o al rol de víctima que es preciso moralizar y regenerar.
Insistimos nuestra posición de que sobre estas concepciones tenemos que reflexionar críticamente para poder avanzar en una actuación que sea ético política transformadora. Coincidimos con Paulo Freire (1997) en su afirmación que el respeto a la autonomía y a la dignidad de cada uno es un imperativo ético y no un favor que podemos o no concedernos unos a los otros.
Por lo tanto, la intervención “exige al nuevo profesional competencia teórica para poder analizar las implicancias de la actual ´cuestión social´. Asimismo una perspectiva teórico metodológica que va mas allá de lo operativo y una postura ético política que reoriente la intervención como producto de una práctica social y no como modelo instrumental” (Rozas Pagaza; 2008: 3). De este modo, los principios éticos que guían el accionar del trabajador social se relacionan con la direccionalidad de la actuación profesional, lo que en palabras de Paulo Freire (1984) se puede denominar ‘politicidad’ de la actuación profesional: los objetivos más amplios en los cuales ésta se enmarca relacionados con intereses, concepciones y formas de ver el mundo.
En este sentido, Ana María Fernández (1993) sostiene que los distintos modos adoptados a lo largo de la historia por el sexismo, son parte de un problema político más amplio: el que remite a las diversas formas de desigualdad distributiva de bienes económicos, simbólicos, eróticos. Desigualdades que se sostienen desde la ecuación simbólica: diferente igual a inferior (o peligroso / enfermo). Señala que en toda formación social, uno de los problemas fundamentales es el que se relaciona a la posibilidad de producir y reproducir en forma incesante las condiciones que la hagan posible.
Pasar de representaciones que estigmatizan y cosifican, a una búsqueda de miradas amplias que incluyan la diversidad, multiplicidad, complejidad y las contradicciones sociales presentes y vislumbradas en la vida singular de cada mujer, creemos que es un desafío ineludible para poder adentrarse en la temática desde el principio del respeto por la dignidad humana.
Trabajando con la contradicción y la complejidad
La contradicción, la multiplicidad de aspectos y la complejidad son elementos distintivos en la vida de las mujeres con las que se trabaja, como también características de la problemática de la prostitución.
Comenzamos por destacar que la contradicción central desde la que sostenemos que se parte es la contradicción social en la que se inserta la problemática. Una pequeña experiencia nos sirve para ilustrar este planteo. En una aproximación a la plaza central del centro histórico, Plaza “da Sé”, una de las mujeres que allí se encontraba, se acerca y expresa “(…) hoy no voy a ir para el Proyecto. Tengo que pagar el alquiler de la pieza de esta noche y todavía no hice nada de plata. Pero mañana para el Grito de Carnaval estoy”.
Tomamos las palabras de Marilda Iamamoto para clarificar lo que se está presentando: “(…) Este modo de vida implica contradicciones básicas: por un lado, la igualdad jurídica de los ciudadanos libres es inseparable de la desigualdad económica, derivada del carácter cada vez más social de la producción, contrapuesta a la apropiación privada del trabajo ajeno (…) Esta es la ley general de la producción capitalista, que se encuentra en la raíz de la “cuestión social” en esta sociedad” (Iamamoto; 2004: 4).
Contradicción que se reproduce en la vida cotidiana y que adquiere especificidad en el ejercicio de la prostitución como medio de subsistencia. Rogerio Araujo Da Silva a partir de una investigación en Brasil, sostiene “(…) lo que pude observar entre las mujeres profesionales del sexo entrevistadas es que la ocupación de la prostitución no es percibida por ellas como una actividad profesional legitima o reconocida socialmente, lo que torna sus representaciones sobre el ejercicio de la actividad de prostituirse contradictorias. En el discurso de esas mujeres hay una alternancia de hablas que se contradicen, ya que, al mismo tiempo en que la mujer utiliza frases como “aquí en mi trabajo” o “trabajo que yo hago aquí”, otras frases se contraponen a esas, como “cuando yo salga de aquí y consiga un empleo” o “cuando yo vuelva a trabajar” (Araujo Da Silva; 2008: 4)
Asimismo en la investigación presentada por Isela Firpo emergen elementos que también dan cuenta de las contradicciones que atraviesan las subjetividades “(…) su insistencia durante toda la entrevista en autodefinirse como “ser humano”, al afirmar: “Yo primero soy persona y después ejerzo la prostitución”, sugiere un denodado esfuerzo por quebrar el nivel de cosificación al que con excesiva frecuencia han sido y son reducidas. (Firpo; 2001: 4).
Consideramos interesante problematizar que “Al reflexionar sobre el modo como la identidad de la mujer profesional del sexo[2] está relacionada a otras esferas de la vida social como la familia, se constata que esa mujer se empeña constantemente en manipular o encubrir su identidad de profesional del sexo, vista por ella como una identidad deteriorada, para no “contaminar” o “perjudicar” el desempeño de otros papeles sociales como los de madre, hija o esposa” (Araujo Da Silva; 2008: 6)
Resulta entonces central visualizar estos múltiples y en ocasiones contradictorios espacios por los cuales circula la vida de las mujeres, siendo uno entre sus varios papeles el ejercicio de la prostitución, quizás no por esto menor, pero no único. Asimismo, analizar cómo esos espacios aparecen con contradicciones de sentidos, necesidades, lógicas y representaciones.
[1] La Federación internacional de Trabajo Social (1994) establece “El trabajo social se basa en el respeto al valor y dignidad inherentes a todas las personas, y a los derechos que de ellos se desprenden. Los trabajadores sociales deben apoyar y defender la integridad y bienestar físico, psicológico, emocional y espiritual de cada persona.”
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