De Jean Monbourquette
Aceptar todos los aspectos de la propia persona sin censurarlos ni negarlos
He aquí un desafío mayor planteado a la estima de sí: aprender a aceptar todos los aspectos del propio cuerpo, la diversidad y la evolución de sus emociones, de sus pensamientos, de sus deseos, de sus sueños, y aún de sus sombras, como partes de la personalidad. Lo ideal consiste en efecto en dejar emerger el material consciente e inconsciente sin interpretarlo, racionalizarlo, expresarlo o tomar conciencia de ello.  Se tendrá sobre todo tendencia a censurar una sensación desagradable, un malestar, una emoción molesta, un pensamiento incómodo, un deseo indecente o un sueño loco.  Uno intentará evitarlos, ocultarlos o reprimirlos como fenómenos inaceptables.
Para evitar estas represiones nefastas, se tomará la postura de un observador que, en vez  de identificarse con esos estados del alma, los dejará pasar como nubes evanescentes. Tal es el papel y el efecto de una auténtica meditación.
Aquel que se acoge bajo todas las facetas de su ser se dejará guiar por las siguientes convicciones: acepto experimentar todas las partes de mi ser por la sola razón de que me pertenecen; acepto la presencia de mis pensamientos, aún si no  puedo realizarlos siempre; acepto sentir mis emociones y mis sentimientos aún si son penosos o frustrantes; busco estar en armonía con todas las partes de mi ser; etc

Considerarse amado y amarse a si mismo
La peor de las soledades no es estar solo, es ser un compañero espantoso para si    mismo.  La soledad más violenta, es aburrirse en la propia compañía.
                                                                               Jacques Salomé
Las muestras gratuitas de atención y de afecto prodigadas por los familiares y los educadores estimulan al niño a tratarse de un modo benévolo y cálido. Aprende así a considerarse como “su mejor amigo”.  ¿Cómo se manifestará esto? Un amigo íntimo escucha, comprende el entorno y expresa su amor benévolo y compasivo.  El ser que se considera amado actuará de la misma manera consigo mismo.
El amor a sí comienza por una auténtica compasión con respecto a sí mismo.  Lejos de disgustarse por sus errores, de censurarse en el sufrimiento y de humillarse en los fracasos, la persona que se ama se escucha, se consuela, se alienta y confía en sí misma.
El amor fiel y constante a sí mismo desempeña también un  papel determinante en el amor al prójimo. Sin amor a si mismo, el amor a los demás es imposible.
El amor a sí descansa en las siguientes convicciones: tengo la seguridad de ser amado y de ser digno de ser amado, soy compasivo con respecto a mi mismo, me perdono mis errores y mis culpas, soy mi mejor amigo, me hablo con ternura, me aliento en los momentos difíciles, etc.

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