Se estremece tu corazón
en tu hora sublime, es tu instante
de asumir los deberes
sin desmayo.
De poner en obras
justicia y dignidad,
con la ilusión radiosa
del amor al hermano
Del amor que, se acerca
al que sufre,
y justifica su vida
en estos actos.
Porque nada vale
vivir a la deriva
sin mirar a los otros
en vértigo alucinado.
Yo sé bien de tu entrega,
siempre brilló en tu alma
un cielo nuevo
para el hambre amargo.
Hambre de pan
hambre de luz y eucaristía
hambre de libertad
sobre dominio esclavo.
Y lo gritaste en alto
y te persiguieron,
como el lobo de Gubia
en el pasado.
Pero tú, eras bueno
cincelado en lumbre
con tus sueños limpios
y una voz, de dialogante salmo.
Y ahora, estas allí Francisco
pontífice y vicario
de un Cristo que en tu pecho
es sagrario.
De un Cristo
que en tu pecho
es madero y plegaria
estandarte y milagro.
De un Cristo
que en tu pecho
es cadencia y poesía
y piadoso sudario.
De un Cristo
que en tu pecho
es mística paloma
y el perdón necesario.
Por eso, nada temas Francisco
pon tu mano
sobre el evangelio,
el Señor desde el cielo, está mirando…
Emma Segovia
Escritora Argentina
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