Por Constanza Perretta
Las ciudades y los asentamientos humanos son el lugar donde interactuamos social, cultural, política y económicamente, donde nos desarrollamos como seres humanos.
Las urbes están afrontando desafíos demográficos, después de que se haya producido un traslado sin precedentes del mundo rural al urbano. Se espera que, en 2030, un 60% de la población mundial residirá en áreas urbanas, especialmente en regiones de África, Asia y América Latina.
En ausencia de una adecuada planificación urbana, las consecuencias del rápido desarrollo de las ciudades pueden ser trágicas.
En muchos lugares, los efectos de una mala política de urbanización se están notando con la falta de viviendas apropiadas y la creación de zonas deprimidas y sin infraestructuras, lo que fomenta la pobreza, el desempleo, la delincuencia, la contaminación y los problemas de salud pública. Así como las respuestas insuficientes ante los desastres naturales o catástrofes debidas a los efectos del cambio climático.
Las Naciones Unidas designaron el primer lunes de octubre de cada año como Día Mundial del Hábitat para reflexionar sobre el estado de nuestros pueblos y ciudades, y sobre el derecho básico de todas las personas a una vivienda adecuada. También tiene la intención de recordar al mundo que todos tenemos el poder y la responsabilidad de moldear el futuro de nuestras ciudades y nuestros pueblos.
Una vez esclarecida la definición de hábitat compartiré con ustedes una pregunta, o mejor dicho varios cuestionamientos que me han surgido al reflexionar en éste tema.
¿Alguna vez nos preguntamos cuál es nuestro hábitat personal? ¿Quién habita el nuestro? ¿Permitimos que alguien ajeno a nosotros lo conozca, o más bien preferimos guardarlo?
¿Nos preguntamos por aquellos hábitats sanos y saludables? ¿Por aquellas cosas, sentimientos que acontecen dentro de él?
Y que hay de aquellas personas que si lo habitan ¿sabemos quiénes son, las identificamos? Por otro lado, ¿qué cuidados utilizamos para nuestro hábitat, lo hacemos saludable? ¿Somos conscientes de que existimos en él?
Tenemos que tener en cuentas algunos de estos interrogantes y otros que capaz te surjan al leer esto. Aquellos interrogantes que surjan hay que validarlos, plantearlos, conversarlos, con nosotros mismos y con nuestros seres queridos y preguntarnos ¿por qué no cuidar, proteger, preservar nuestro hábitat?; primero para nosotros mismos, luego para interpelar a los demás y por último para invitar a otros.
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