18 Noviembre
Caminar en tierras desconocidas haciendo de tu mundo, mi tierra
Por Diego Díaz, scj 

El artículo de hoy intentará ser una reflexión acerca de lo que estamos viviendo a nivel global con los procesos migratorios que se viven en nuestro planeta y su implicancia con los propios cambios y procesos personales.
Hace un tiempo podíamos contemplar en los diarios y medios sociales la foto de Aylan Kurdi, el niño sirio que murió mientras sus padres intentaban un futuro mejor para ellos. Confieso que sentí mucha tristeza e impotencia y, una vez más, pregunté que tengo que aprender con este dolor que hoy los medios nos muestran. Y así inicié el viaje a tierras desconocidas, porque yo nunca tuve que dejar mi país, ni mi lugar forzado por una guerra, o una situación económica. Y empecé a transitar la tierra desconocida que caminan todos los y las que son migrantes, que buscan una tierra nueva para vivir, progresar y establecerse. Y en los diálogos con las mujeres que vienen al taller de alfabetización en Puerta Abierta, fui comprendiendo que la búsqueda de un lugar mejor es la tensión más grande que moviliza a un ser humano para dejar lo conocido, lo propio y buscar un país donde progresar y desarrollarse. Así llegue hasta mis antepasados, pude agradecer y hacer memoria de aquellos ancestros italianos que se hicieron a la mar, que cruzaron el océano buscando un futuro mejor, y aprendí que los cambios se inician por pequeños gestos de reconocer y recibir al otro en mi propia tierra, en mi corazón, en que aquellos que no están incluidos empiecen a ocupar su lugar en mi corazón y en la vida. Y así fue que el día de los difuntos, en mi altar personal, coloqué una vela y los nombres de mis ancestros, y de aquellas personas que tienen que ocupar su lugar dentro de mi vida, porque son parte de mi historia y de mi tierra. 

Cuando uno aprende a leer, o escribir el mundo se llena de palabras, de luces, adquieren sentidos las letras, las calles que uno transita. El lugar de la vida cotidiana. Esa es la experiencia que hacemos las y los alfabetizadores cuando enseñamos una lengua nueva, cuando ponemos nuestro empeño para que las mujeres se puedan empoderar, para que no sean otros/as quienes les digan que deben hacer, pensar o decidir, sino que es cada una/o desde su propio ser se comprometa con la vida, y con el cambio.
Los procesos de cambio son procesos lentos, que requieren un trabajo casi artesanal y cotidiano, el mismo proceso que lleva una semilla para germinar, crecer y dar fruto. Los cambios nacen de la misma lógica que generó el problema, y frecuentemente consiste en hacer exactamente lo contrario: si el problema son los atracones de comida de una bulímica, el cambio consistirá en hacer a continuación una dieta estricta y no volver a comer hasta el otro día. De alguna forma, es la lógica del sentido común, que prescribe compensar una desviación con una conducta opuesta.
Estos cambios no pueden ser sostenidos muchas veces en el tiempo. Los cambios que duran en el tiempo son aquellos que se realizan por momentos cortos períodos de tiempo que pretenden lograr un aprendizaje y que sea la persona que decida el cambio. 
Para cambiar el mundo empiezo por mi dice la canción de Alejandro Lerner, es entonces que los grandes cambios se gestan en pequeños pasos, pensé y por eso en estos días de dolor frente a la foto del Aylan en el mar, pude encontrarme con palabras y gestos que me ayudaron a comprender que la gran casa de todos/as es nuestro planeta tierra y que todos y todas tenemos derecho a transitar y recorrerla, que tenemos derecho a pertenecer al lugar donde una vida mejor nos lleve, que todos en nuestro pasado tenemos algún ancestro que migró buscando una tierra prometida, donde vivir, donde crecer.

Te dejo esta frase de hoy para que puedas pensarla y preguntarte:
No hay separación entre el cielo y la tierra en un mundo calentado por el amor. La casa de la vida es la casa del Dios del la vida. (Hermano David Steindl-Rast)
¿De quién estoy separado hoy? ¿Qué me alejó o distanció? Aunque el dolor sea grande, enciende una vela para que el don del amor libere tu propia separación y distancia. Y frente a esa vela encendida repite: La casa de la vida es la casa del Dios de la Vida, yo soy su hija/o, soy heredero/a de esta casa que es el planeta tierra.
Te sugiero escuchar la canción de Alejandro Lerner: “Cambiar el mundo”

La puedes encontrar en YOUTUBE
Categorías: capacitándonos

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