El ofrecimiento de un trabajo fuera de su ciudad es una forma común para alejar a las mujeres de sus casas y obligarlas a prostituirse, explicó el abogado de la Fundación María de los Ángeles.


Las redes de trata de personas para explotación sexual no funcionan como una organización mafiosa organizada, con una estructura, un jefe y grandes “cadenas” de prostíbulos. Son -explica Carlos Garmendia, abogado de la Fundación María de los Ángeles- redes asociativas, con conexiones entre prostíbulos cuyos dueños se conocen y se intercambian mujeres. En este contexto, la figura del reclutador es clave en la captación para las redes de trata. Es él quien convence a la víctima, generalmente una joven vulnerable, de aceptar un trabajo lejos de su casa, con promesas de dinero o mejora social y luego la entrega al explotador.  
“El ofrecimiento tiene que ver con la vulnerabilidad y siempre es engañoso. Aún cuando diga que ofrece trabajo como prostituta, le miente que va a hacer mucho dinero, pero al final, la mujer siempre termina explotada”, dice Garmendia. 

“El reclutador suele ser alguien que conoce a la víctima -añade- y así puede aprovechar sus debilidades, como la desesperación económica, problemas de violencia en la casa o desavenencias con la famila en el caso de las adolescentes. La víctima le cree justamente porque está desesperada”. 
Lo más común, dice el abogado que fue uno de los querellantes en el juicio por el secuestro de Marita Verón, es que a las mujeres de menores recursos les ofrezcan trabajos de empleadas domésticas o de niñeras. A las jóvenes de clase media les ofrecen hacerlas trabajar de promotoras, de modelos o como profesoras de baile. 
“Por su estado de vulnerabilidad, la víctima colabora con el reclutador. Le cree y le ayuda en el traslado, no avisa a la familia que se va, miente sobre lo que va a hacer. Esa situación es usada como mecanismo de sometimiento en la segunda etapa, la de explotación. Juegan con la culpa, les dicen que su familia se va a enterar que ellas aceptaron. Es la razón por la que muchas chicas no escapan”, insiste. 
Una situación que se repite en el fenómeno de trata para explotación sexual es la del “traslado”. Los trabajos ofrecidos son siempre fuera de la ciudad; las chicas sean llevadas a otras provincias porque así se las aleja de la familia o de otras posibilidades de pedir ayuda. “Hemos conocido historias de chicas a las que se las mantiene en su ciudad, pero en esos casos, el sometimiento resulta más complicado para el explotador”, señala el abogado. 
La información que el reclutador ofrece cuando vende a la mujer es una llave para poder completar el sometimiento. “El explotador accede así datos personales de la víctima, sobre su familia, sus hermanos, sus hijos, dónde trabajan, a qué escuela van. Así, amenazadas, es más fácil doblegarlas para que accedan a prostituirse.
El mecanismo más brutal para quebrantar la voluntad de la víctima es a través del golpe y de la violacion, pero existen otros. Garmendia explica que uno de ellos es el de generar una supuesta deuda (por pasajes, por alojamiento) y de prometer a la víctima que, una vez pagada, puede irse. “Una vez que entra en las reglas del juego, no puede salir. Entra en un círculo vicioso en el que siempre es ella quien debe plata, hasta que cumple la ‘plaza’, es decir hasta que el explotador decide deshacerse de ella, ya sea liberándola o entregándola a otro prostíbulo”, concluye. 

Fuente: La Gaceta
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