Por: Hna. Juana Yolanda Lescano, osr

“Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso. Pues mi yugo es suave y mi carga liviana” (Mt. 11, 28-30).

Posiblemente somos muchas las personas  que nos sentimos tocadas por estas palabras de Jesús e invitadas por Él. Nos mueve la necesidad de ir a su encuentro para descansar y aliviarnos de aquello que nos pesa. Es agradable pensar que nos llama a parar un poco… Suerte que siempre está alguien con disponibilidad para tomar unos mates, un café o simplemente con tiempo para hablar de lo que nos pasa. La palabra de Jesús nos provoca  a darnos cuenta de que es algo que está a nuestro alcance eso de descansar, aliviarnos, darnos ese rato a solas o en compañía de otra persona y así renovar las energías.

“…Aunque ya tengamos el Espíritu como anticipo de lo que hemos de recibir, gemimos en nuestro interior mientras esperamos nuestros derechos de hijos y la redención de nuestros cuerpos”. (Rm. 8,23)

Invito a que podamos hacer un alto en el camino para escucharnos desde lo más profundo ¿qué nos pasa en nuestro interior? ¿qué nos cansa? ¿qué cargas llevamos? Parece que Jesús contempla que la gente que va cansada por la vida, arrastrando cargas pesadas. Sería interesante poder nombrar esas cargas desde distintos puntos de vista. Es preciso un tiempo de soledad para encontrarnos con nosotras mismas, con nosotros mismos y en ese silencio profundo sincerarnos e identificar cuáles son los yugos que pesan. Estamos llamadas, llamados a vivir en libertad. La libertad es un derecho que defendemos y deseamos vivirlo plenamente. Es cuestión de buscarla y abrazarla. 

Tal vez, el animarnos a pensar con libertad en aquello que tanto deseamos, sea el secreto y la clave para soltar lo que pesa. Todo lo que excede a la capacidad de llevar, cargar sobre nuestro cuerpo, pone en juego nuestra salud. Está el riesgo de quedarnos “encorvadas”. Pero ya no somos esclavas ni esclavos de nada ni de nadie porque así lo ha querido el mismo Redentor y porque así lo anhelamos. Entonces vivamos la redención. ¡Ya es la hora!



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