¡Qué lindo volver a encontrarnos para continuar reflexionando y rezando a la luz de la Palabra de Dios!
Antes de abordar el asunto que quiero compartirles en este número, quiero recordar que por ocasión del año de la Vida Religiosa estamos reflexionando algunas características que son propias de este estilo particular de vida pero que, ante todo, son características, rasgos, valores propuestos por Jesús para todos los que de una u otra manera lo seguimos: la alegría, profetismo y comunión.
En esta oportunidad vamos a rezar y reflexionar sobre el Profetismo. Muchas veces cuando escuchamos la palabra profecía podemos pensar en relatos trágicos, anuncios de cosas generalmente negativas que van a ocurrir. Esto que podemos imaginar tiene una partecita de verdad. Digo una partecita porque la verdad mayor está en la palabra: anuncio. El riesgo está en pensar que este anuncio únicamente es negativo cuando en realidad el desafío mayor está en ser anuncio de buenas noticias, al estilo de Jesús: “El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos, y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos.” (Lc.4,18)

La tendencia que tenemos los seres humanos muchas veces es a mirar lo negativo en todos los acontecimientos. Podemos hacer una prueba: 
¿Cuál es tu manera de observar, por ejemplo, el día a día de tu ciudad, tu barrio, tu país? 
¿Cuáles son las conversaciones que tenés con tus amigos/as, en tu grupo de trabajo, en la calle? 
Por si acaso ¿te descubrís comentando los gestos cotidianos de generosidad que ves en la calle?: Alguien que levanta un objeto que descuidadamente algún desconocido dejó caer, o una persona que deja el asiento a otra porque tiene algunos añitos más o porque le vio cara de cansada, o tal vez una persona que paró su ritmo acelerado para, no solo indicar sino acompañar unos metros a alguien que estaba medio perdido, u otro/a que devolvió un dinero que dieron a más en un vuelto.
¿Cuántas veces te escuchás repetir: “hay gente buena en el mundo!”?
¿O solamente te alimentás de los acontecimientos negativos que vemos a diario por la televisión y que se repiten en todos los noticieros como si fuesen las únicas cosas que pasan en el mundo?
Profeta, es alguien que habla en nombre de otra persona, no habla en voz propia. Quienes seguimos a Jesús estamos llamados a hablar en nombre de Dios que escucha, se conmueve y actúa. Para esto es necesario, como Jesús tener un trato íntimo con su Padre, nuestro Padre Dios, para conocer y sentir como él. Para identificarnos con él y sólo desde ahí, pensar, decir, actuar de la manera que él quiere.
Pero, ¿Cómo Él quiere que actuemos? Vamos a dejarnos iluminar por su Palabra que es luz para nuestro camino. Buscá el texto de Mateo capítulo 25 versículos 31 al 45. 
“…Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo.
Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa.
Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver.»
Entonces los justos dirán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin ropa y te vestimos?

Por Hna. María Alejandra Mancebo – osr

¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y te fuimos a ver?
El Rey responderá: «En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.»
Esta es la Voz de Aquel que nos habla, para cumplir la misión de ser profetas. Es decir, de anunciar con nuestras palabras pero sobre todo con nuestras acciones lo que Dios nos está diciendo. Y la Palabra de Dios es muy clara, no tiene medias tintas, no deja lugar a dudas en cuanto a lo que Él quiere. 
Por esto no podemos ser insensibles delante de tantos Cristos que en el camino de la vida aparecen con las características que nos presenta el texto de Mateo. Parece que fue escrito para nosotros hoy, ¿no te parece? En su dimensión más literal nos encontramos a diario con gente que no tiene las condiciones básicas para vivir dignamente delante de las cuales tenemos que elegir: podemos actuar proféticamente o pasar de largo. 
Sí, puede parecerte poco pensar que podés ser Profeta, por ejemplo, al pagar una comida o un sándwich a alguien que te dijo que estaba con hambre. Sin embargo este es un acto revolucionario delante de un sistema que enseña, exige diría yo que hagas la “vista gorda” a todo lo que no sea tu propio bienestar e interés. 
Este acto aparentemente irrelevante puede adquirir también valor de denuncia que es otra característica de todo acto profético. Anuncio y denuncia.
En este ejemplo simple que compartí estás anunciando a esa persona en concreto que es importante, que está siendo reconocida y amada, que tiene derechos. Y por otro lado estás denunciando la hipocresía de una sociedad que se llama “humana”, de derechos para todos… cuando va dejando millones de seres humanos con hambre y sed de comida pero también de justicia, techo, salud, educación, compañía…
Otra característica del Profeta es ser enviado. ¿Hacia dónde la voz de Dios nos envía? ¿Cuáles son los clamores que Dios está escuchando y desde donde nos impele a actuar? En los números anteriores de diferentes maneras te invité a hacerte preguntas que ya fueron dando respuesta a este interrogante. Ahora, últimamente el Papa Francisco escribió una encíclica que te recomiendo leer “Laudato si” – “Alabado seas”, sobre el cuidado de la casa común. Inspirado en el simple y maravilloso cántico de las criaturas de San Francisco de Asís, el Papa Francisco nos coloca en un escenario donde podemos desplegar esta misión de ser Profetas, enviados para anunciar y denunciar. En este texto el Papa nos recuerda que:
“nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba»1 y que “Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella”.
Tenemos aquí una posibilidad de escuchar la voz de Dios que nos envía a anunciar que algo no está bien, que el sueño de una tierra para todos y todas está lejos de realizarse, más bien está siendo una pesadilla para muchas personas que no tienen un lugar para vivir porque hay unos pocos que acaparan espacios. Porque estamos haciendo de nuestra hermosa madre tierra un lugar donde todos corremos peligro, solo basta acompañar los informes sobre cambios climáticos, ver las reacciones de defensa de nuestra querida tierra porque no la estamos cuidando bien.
Es verdad que nuestros países tienen que crear políticas públicas que favorezcan una conciencia de cuidado del único espacio común que es nuestra tierra pero, mientras tanto, ¿qué estás haciendo para contribuir con este cuidado?
¿Guardás en tu cartera o mochila aquel papel de caramelo que comiste o lo tirás sin más en la calle porque no encontraste o no viste el cestito de la basura? 
¿Hacés un uso consciente y responsable del agua y energía en tu casa, pero también en tu lugar de trabajo, estudio, etc? 
¿Te interesás y participás en campañas en defensa del medio ambiente?
“Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» “(Rm 8,22).
¡No tengas miedo de ser profeta! Sumemos las fuerzas por hacer de esta nuestra casa común la realización del Sueño que Dios tiene y nos mostró en Jesús: “Yo vine para que todos tengan vida y vida en abundancia” (Jn.10,10).
Recemos unos y unas por los y las otras para no desanimarnos en esta linda misión.

¡Hasta la próxima!
1. http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html#_ftn1
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