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Fue instaurado con el fin de concientizar sobre el problema alimentario mundial y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, pobreza y desnutrición

El mundo observa perplejo las decisiones argentinas en materia de cultivos, de expansión agrícola y en política agroexportadora y se muestra sorprendido ante la claudicación de una gran nación exportadora en un contexto global tan preocupante.

Nadie entiende como en la Argentina ocurren ocho muertes diarias en niños por desnutrición; ello ocurre particularmente en cordones de indigencia en la periferia de los centros urbanos y en áreas rurales donde reinan el minifundio, el analfabetismo, las enfermedades sociales y en general escasos conocimientos aplicables al trabajo.

Es deber irrenunciable desatar las energías productivas y expandir la producción y por otro lado, asistir con ayuda alimentaria y educación a los núcleos y bolsones de pobres e indigentes, incluyéndolos en programas alimentarios concretos e incentivar el desarrollo precisamente en los lugares de mayor incidencia de la desnutrición.
La pobreza, como todos afirmamos saber, es la situación que dificulta satisfacer necesidades elementales de las personas: la alimentación, el derecho a la vivienda digna, la salud. Si mil millones de personas viven en el mundo con sólo un dólar, se comprenderá que el déficit alcanza proporciones abrumadoras y somete a casi la sexta parte de la humanidad a la inanición.
La presencia de la pobreza y el hambre horroriza a cualquier conciencia normal pero pocos se ocupan activamente de aportar soluciones concretas y militar en la superación de los cuadros aberrantes de desigualdad social a que da lugar.
No puede ser que en la Argentina haya 6 millones de personas que no pueden comer decentemente. Ser pobre es ser percibido como si se perteneciera a una categoría inferior, que no importa y que, en todo caso, inspira compasión. La desacreditación del pobre como persona puede crear el terreno para demonizarlo, y para incitar a la intolerancia y a la violencia. La pobreza no es neutra, mata y enferma; hay más de 20.000 madres en América latina que murieron el año pasado durante el embarazo o el parto, que debieran estar vivas. Perecieron por falta de cobertura médica adecuada, desnutrición, condiciones misérrimas. Treinta de cada 1000 niños no llegaron a los 5 años de edad, por enfermedades de la pobreza, entre ellas el hambre. Hay nueve millones de niños desnutridos, y otros nueve en riesgo de desnutrición.
Hasta cuando vamos a seguir utilizando mecanismos fáciles para deshacernos de las culpas que puede generar la pobreza y usar la coartada de razonarla como un tema individual de cada pobre y como una consecuencia de su desidia, indolencia, falta de ganas, poca iniciativa.
No fueron sus elecciones, los pobres no eligieron ser pobres; las cifras indican terminantemente que no han tenido acceso real a la salud ni han completado estudios ni trabajo. Uno de cada cuatro jóvenes en nuestro país, los más estigmatizados, están fuera del sistema educativo y del mercado de trabajo. Entre ellos están los 500.000 jóvenes en esa condición que se mencionan continuamente en el Gran Buenos Aires.
Dice con razón Carlos Fuentes: “Algo se ha agotado en América latina, los pretextos para justificar la pobreza”.
Categorías: actualidad

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