Extraido de: www.comfia.net/5067.html

En todo el mundo las mujeres han sido y son las principales víctimas de diferentes formas de violencia. No se agrede a un igual, solo desde la óptica de la desigualdad es posible comprender la violencia ejercida contra las mujeres.

Hasta hace poco se consideraba la violencia ejercida contra las mujeres como algo privado que ocurría dentro de la familia y sobre la cual la sociedad no tenía capacidad de actuación suscribiendo el no ver, no oír y callar. Sin embargo cada vez que “no vemos los golpes en el rostro de las mujeres, no oímos sus gritos de auxilio y callamos” estamos contribuyendo a perpetuar esta lacra social que atenta contra la vida de las mujeres… Entre todas y todos tenemos que romper el círculo del miedo, el muro de silencio. La violencia de género sigue siendo una amenaza cotidiana para las vidas y el bienestar de las mujeres.
La violencia contra las mujeres se presenta de muy diferentes maneras: violencia doméstica en la intimidad del hogar (golpes, abuso sexual de las niñas, privación de alimentos, violación por parte del cónyuge), violencia en el lugar de trabajo (acoso sexual), y llega hasta la violencia como arma de guerra en situaciones bélicas, dónde se cometen violaciones y otras formas de explotación sexual contra las mujeres. No conoce límites.
La violencia en el ámbito del hogar deriva en serias consecuencias para la salud física y mental de las mujeres. Desde lo más visible como fracturas, pérdidas de visión o de audición, y asesinatos, hasta lo invisible, como la baja autoestima, alta incidencia de estrés, ataques de pánico, alcoholismo, depresión y suicidio. Todo ello son fatales consecuencias derivadas de la violencia que padecen las mujeres y que repercuten también en su vida laboral. Además, la violencia de género hace que las mujeres que la sufren sean menos productivas, y que en muchas ocasiones no se atrevan, o directamente no puedan acudir al trabajo, por sus lesiones físicas. En todos los casos los agresores impiden y dificultan el desarrollo personal y profesional de la agredida.
 
El acoso sexual en el trabajo es una forma más de violencia contra las mujeres, que históricamente se ha silenciado. Puede abarcar una amplia gama de conductas, que van desde las bromas o comentarios degradantes hacia las mujeres hasta el ataque sexual. Las mujeres en situación más vulnerable (sometidas a mayor precarización en el empleo, madres solteras, mujeres divorciadas, viudas, etc…) son más proclives a ser acosadas sexualmente, pero el acoso sexual en el trabajo se produce también en sectores laborales no precarizados como banca, sanidad, enseñanza, etc. y afecta también a mujeres con una alta preparación académica e, incluso, a mujeres que ocupan puestos de responsabilidad. En el ámbito laboral, la tasa de absentismo entre las víctimas de acoso sexual es muy elevada, siendo imprescindible que las empresas se comprometan a garantizar un ambiente de trabajo libre de violencia. El acoso sexual en el trabajo está penalizado por Ley, y no debemos ser testigos mudos del padecimiento de las compañeras que lo sufren.

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Los Derechos de las Mujeres, son Derechos Humanos.

Nuevamente se acerca el “Día de la no violencia hacia la Mujer”, esta vez entre una ola imparable de noticias que se difunden en los medios de comunicación que hablan de muertes y asesinatos de mujeres: Wanda, Romina, Fátima, Marianela y muchas otras que no se conocen sus nombres pero que sin embargo sus voces silenciadas gritan por verdad y justicia desde la muerte.

Ellas fueron asesinadas, sus muertes no son “accidentes” ya que la violencia tiene culpables que deben cargar con la responsabilidad de la sangre derramada tras un mal llamado “crimen pasional”.

En este último tiempo las noticias difundieron varios hechos de mujeres quemadas por sus parejas como es el caso de Wanda y el músico de Callejeros, de Fátima o de Romina que desde el 2007 está esperando justicia.

“Cuando llegué a casa, ella estaba limpiando unos CD con alcohol, después encendió un cigarrillo y se prendió fuego”, se excusó el novio de Fátima, la joven de 24 años que falleció con el 85% de cuerpo quemado en la provincia de Buenos Aires.

 “En estos días escuchamos a todo el mundo hablar del problema de la inseguridad, pero pocos consideran que la mayor inseguridad que viven las mujeres se produce en el ámbito familiar. La violencia doméstica es una realidad preocupante en nuestro país que merece políticas públicas concretas”, denuncia Fabiana Tuñez, coordinadora de la Casa del Encuentro, una asociación que tiene un observatorio de femicidios.

Según datos recopilados por esta organización, el 64% de los homicidas son o fueron cometidos por novios, maridos o parejas de sus víctimas y aunque la modalidad de agresión más utilizada es el asesinato con armas, el índice de mujeres que mueren incineradas creció 25 por ciento con respecto a 2009.

Recordar el “Día de la no violencia hacia las Mujeres” es denunciar el femicidio, la muerte por asesinato de tantas mujeres que son víctimas de la violencia desmedida en medio de una cultura patriarcal que continúa avalando conductas de discriminación y abusos de poder.

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