UN BARRIO EN PELIGRO: CLARIN COMPROBO QUE LA INSEGURIDAD VA EN AUMENTO EN EL TRADICIONAL BARRIO PORTEÑO
En los alrededores de la terminal y la plaza actúan bandas de chicos que roban y se drogan con paco. Además, hay cerca de 30 prostíbulos y constantes peleas a la salida de bares y bailantas. Los vecinos dicen que los patrullajes son deficientes.
Por: Silvia Gómez
Clarín 21 dic. 2008.-
Olvidados y postergados, así nos sentimos en Constitución”. Roberto eligió estas palabras para contar la desazón que siente la mayoría de los vecinos del barrio. El miércoles Roberto salía de un edificio en Santiago del Estero al 1100 que evidenciaba la inseguridad: cámaras, puerta de rejas con llave y otra de vidrio con dos cerraduras. La de rejas y las cámaras las colocó el consorcio, cansados de los robos. De paso, las rejas también evitan que la gente que vive en la calle se tire a dormir en el palier. Roberto le cuenta a Clarín que el deterioro en los alrededores de la estación Constitución fue progresivo: “Hace 20 años que vivo acá y aunque siempre fue un barrio de paso, muy transitado, las cosas cambiaron en los últimos tiempos. Hay aguantaderos en todas las cuadras, prostíbulos, gente viviendo en las calles, el servicio de limpieza nunca da abasto y, lo peor de todo, chicos deambulando. Roban, consumen paco. Es triste”, sentencia. Pero él no es el único vecino alarmado por el menoscabo que sufre el barrio.Esta semana Clarín publicó la carta de una lectora, Marcela Prado, que movilizó a otros vecinos y también a la Policía Federal. En la carta contaba que “Humberto Primo, entre Santiago del Estero y San José, es la cuadra del paco y el alcohol. Esta cuadra permanece día y noche “ocupada” por personas tiradas en las veredas, refugiadas en los umbrales, riñendo, amenazándose y amenazando la seguridad de los vecinos”.
En la panadería de San Juan al 1300 una clienta contó: “Leí la carta, lo peor son las bandas de pibes que recorren el barrio y roban. ¿Qué podes hacer? No se salvan ni los chicos que vuelven de la escuela”, describe Mabel, que vive en el barrio hace más de 15 años.En la zona todos los locales tienen rejas que separan los mostradores de los clientes. Panaderías, librerías, quioscos, farmacias, locutorios. Las chicas que trabajan en el lavadero de Humberto Primo al 1300 cuentan que sólo abren la puerta de rejas cuando reconocen al cliente: “Es difícil recordar la cara de todos, por eso a veces hasta que no nos muestran el ticket no abrimos”, explican. Los alrededores de la plaza y la estación también son peligrosos: entre la gran cantidad de gente que a diario llega a la estación, los puestos de comida y la venta ambulante, se genera un movimiento que es aprovechado por los delincuentes.La Policía también tomó nota de la carta de Marcela Prado.
Desde el miércoles la comisaría 16 redobló la custodia en las calles. Pero los vecinos intuyen que será transitorio: “Cuando denunciaron por explotación sexual y tráfico de drogas a muchos prostíbulos del barrio se hicieron clausuras, se detuvo gente y salieron a patrullar el barrio (Clarín publicó varias notas a principios de agosto). La custodia duró diez días. Después todo volvió a la normalidad, incluyendo la reapertura de los prostíbulos”, contó Leonardo Coman, encargado de un edificio sobre San Juan.La cooperativa La Alameda -que denunció también la explotación en talleres textiles- calcula que sólo en los alrededores de la terminal hay unos 30 prostíbulos: “Además de la explotación de mujeres, comercializan todo tipo de drogas. Acá hay zona liberada para ambas cosas. Con la cooperativa, junto a un grupo de legisladores porteños y nacionales, hemos denunciado a muchos de estos locales. Logramos que algunos cierren, pero sabemos que reabrieron en otros lugares”, le contó a Clarín, Gustavo Vera, presidente de La Alameda. En el barrio, los travestis y las prostitutas se concentran sobre la calle Cochabamba y Constitución. Pero la mayoría de los vecinos coincide en que no son el mayor problema. Lo peor son las “batallas campales” que se arman los sábados por la madrugada afuera de bailantas y bares: “Hay peleas, gritos, amenazas, botellas rotas que usan como armas. Empiezan a las cinco, seis de la mañana y siguen por horas. Y el domingo a la mañana, cuando bajás a comprar el diario o hacer las compras, los ves tirados por la vereda, durmiendo”, le contó a Clarín Verónica Otero, una vecina de Santiago del Estero al 1300. Su balcón da a la calle y desde allí es testigo de estos conflictos todos los fines de semana.Un fenómeno que se acrecentó en los últimos tiempos es el consumo de paco en las calles. Y es uno de los problemas que más preocupa, porque los chicos, que se agrupan en bandas, recorren el barrio robando para poder comprar otra dosis: “Es un típico lugar de venta y consumo, como Once o Retiro. En Constitución conocí chicos de 9 años consumiendo paco”, le contó a este diario María Rosa González, una madre que lucha contra el paco. Trabaja en Ciudad Oculta y viaja por el país para dar charlas sobre la problemática. “La mayoría de los chicos está de paso, suelen ser del Conurbano o de alguna villa de Capital, pero como es el lugar en el que se proveen se terminan instalando en alguna casa tomada o simplemente en la calle”, detalla María Rosa.Para los vecinos es difícil imaginar una solución a corto plazo, pero aún así reclaman recuperar un nivel razonable de seguridad, la que les permita disfrutar del barrio en el que viven.
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