8 de febrero: Jornada de oración
y reflexión por la trata de personas

Por Noelia Ramirez, osr.

Orar y reflexionar sobre la trata de personas es un ejercicio que, si lo hacemos a conciencia, nos invita a un cambio en nuestras actitudes cotidianas y en los estilos de compromisos cristianos que asumimos, ya que existen deberes sociales y fraternos/sororos, que tiene nuestra fe.

Hablar de pecado es algo que está “fuera de moda” y hasta suena mal, especialmente entre quienes ponderamos la liberación y el empoderamiento, ya que el pecado, generalmente, nos conduce a la culpa, y la culpa también es una palabra con mala prensa.

Sin embargo, tomar contacto con una culpa sana que nos permita sentir el dolor empático ante el sufrimiento del universo, es la puerta de entrada para asumir la cuota de responsabilidad que tenemos ante cada falta de amor, es decir, ante el pecado causante de tanto dolor.

Quiero compartir esta reflexión sobre la trata de personas, que me surge a partir de las palabras del Obispo Mons. Lozano en el “Encuentro latinoamericano sobre trata de personas y nuevas esclavitudes”. Al concluir el encuentro, Lozano propuso un camino de “revisión de vida” con acciones concretas de conversión en el compromiso cristiano.

Examen de conciencia

Resuenan en el universo las preguntas del Génesis:

¿Dónde estás? Gen 3,9

¿Dónde está tu hermano? Gen 4,9


La pregunta sobre donde está tu hermana o tu hermano la planteaba el Papa Francisco hace varios años en la Plaza Constitución mientras celebraba la “Misa por una sociedad sin esclavos ni excluidos.” Pensar en la trata, en personas esclavizadas y explotadas en este preciso momento, es animarnos a tocar el núcleo de una comunión herida y nos lleva de inmediato a preguntarnos dónde estamos, qué estamos  haciendo, qué estamos omitiendo…

¿Cómo formar una conciencia moral ante los pecados sociales? Este es el gran desafío para las Iglesias en sus acciones educativas. Hablar de prevención y de sensibilización ante la trata de personas implica necesariamente formar una conciencia responsable y planetaria frente a lo que consumimos, lo que valoramos, lo que desechamos… La defensa de la vida no es una cuestión binaria, ni ideológica, se trata de asumir y amar la diversidad creadora de un Dios que actúa en la historia. Una conciencia moral ante el pecado social de la trata de personas, nos ayudaría a “ubicarnos” en el contexto histórico que nos toca vivir, en la trama social de la que formamos parte, salir de los estados de comodidad y conformismo, cuando no, de complicidad o corrupción, para dejarnos tocar por el dolor humano y asumir una postura auténticamente cristiana que se compromete con la Redención del mundo.

Seguramente quienes estamos leyendo este artículo no somos “tratantes”, sin embargo, podemos preguntarnos:

¿Consumo prostitución? ¿Consumo pornografía? 

¿Compro ropa sin saber en qué condiciones se confecciona? ¿Consumo lo más barato sin importarme su procedencia? 

¿Cuánto pago a mis empleados? ¿Respeto sus derechos laborales?

¿Conozco alguna situación de explotación o esclavitud? ¿Qué hago?


Dolor de los pecados

Una conciencia moral nos permitirá sentir dolor por el pecado social que ampara la trata de personas. Y no es solo golpearnos el pecho y nada más. Es empatizar con el dolor de las víctimas, con el dolor de las madres y familiares, de amigos y amigas que se quedan solas. Sentir el dolor de un planeta que gime con heridas de muerte ante la deshumanización.

La trata de personas deja heridas profundas en el tejido social que en este momento están sangrando. Cuando el poder y el dinero se colocan por encima de la dignidad humana y el cuidado de la casa común, entra el caos a la creación y es el propio Dios el que está herido y sufre con quienes sufren.

Una revisión de vida tiene sentido en tanto nos lleve a un cambio y a reparar el mal causado. Por eso es importante, no solo ser conscientes del pecado de la trata de personas, sino, pasar por el cuerpo el dolor que este pecado causa a la humanidad en general, pero a personas concretas en particular, que sufren en carne propia la esclavitud y la explotación.
Propósito de enmienda

El Papa Francisco en “Evangelii Gaudium” nos recuerda: “en nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda.” EG211

Salir de esa complicidad implica que ejerzamos nuestra vocación profética recibida en el bautismo. Ser profetas frente a toda forma de explotación para denunciar los atropellos a la dignidad humana, sin tanto “temor”, que a veces es la excusa para la complicidad.

Otro punto importante del seguimiento a Jesús es el acompañar a quienes sufren. Acompañar a las víctimas y a sus familias, más allá de ser una responsabilidad de los Estados, es parte del compromiso cristiano. Consolar y sanar son acciones concretas del modo de actuar de Jesús ante el dolor humano.

El último punto a reflexionar es lograr incidir en las causas que generan o avalan la trata de personas en todas sus formas. No es necesario ser altos funcionarios públicos para poder hacer algo. Nuestro ser ciudadanos/as cristianos nos da el poder de actuar en consecuencia. Educar para el respeto y el cuidado de la otra persona, el respeto y el cuidado de la casa común, la conciencia responsable de lo que consumimos y lo que desechamos, lo que valoramos y lo que comercializamos, todo eso es parte de lograr cambios sustanciales en la sociedad que vivimos.

Orar y reflexionar sobre la trata de personas en el mundo hoy, nos lleva inevitablemente a replantearnos nuestro estilo de vida y nos llama a la conversión mirando las actitudes de Jesús, para así, caminar sobre sus huellas.

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