Por Hna. Manuela Rodríguez Piñeres,  Oblata del Santísimo Redentor

Antonia María de la Misericordia, mujer profundamente humana, de FE, CORAJE  y PROFECÍA, siempre nos inspira y trae novedad al carisma Oblata, ya sea vivenciado por las hermanas, por el laicado o  por toda persona que anhela identificarse con este carisma y seguir el Proyecto de Jesús Redentor. El siguiente texto refuerza esta reflexión:
“Nos sentimos en misión compartida con el laicado de espiritualidad Oblata o de otras espiritualidades, con otras personas creyentes o no, y con instituciones eclesiales y sociales, para responder a los llamados y desafíos actuales que brotan de la realidad de las mujeres.”1
Antonia, es una mujer que se inicia en la misión como laica, abriéndose a relaciones nuevas, al compartir su mesa con mujeres que ejercen la prostitución, en su trabajo conjunto con José María Benito Serra.
Antonia es una mujer profética que soñó la comunidad de iguales: “Todas iguales, todas hermanas en todo. Yo soy comunista en punto a la comunidad.”2 ¿De qué igualdad estaría hablando Antonia? ¿Será que Antonia ya intuía esa comunidad ampliada de Hermanas, con el laicado incluyendo las mujeres en contexto de prostitución? ¿Qué rupturas esto le supondría?
Para comprender mejor esa expresión de Antonia y aproximarnos a algún tipo de respuesta a esos cuestionamientos, es importante tener en cuenta algunos elementos bíblicos: 
Ágape –en las cartas paulinas– es vivir alternativas basadas en la igualdad, en el servicio y en el laicado […]. Es vivir la igualdad en la ekklesía y superar las relaciones de poder como gobierno jerárquico, aunque este sea sagrado (hiera-Archía), propias del mundo greco-romano”.3 O sea, trascender las relaciones elitistas predominantes en el mundo judío, por diferentes motivos.4
“Es vivir en la ekklesía que está al servicio de los hermanos y de las hermanas […] una ekklesía que vive los mismos sentimientos de Jesús quien, despojándose del poder divino, se hizo esclavo/a (Fl 2.1-7) […] Una ekklesía laica que no excluye a nadie. Como se sabe, laos eran los/as que no tenían derecho de participar de la asamblea, del demos, compuesto exclusivamente por hombres libres de la polis. Laos eran las mujeres, los esclavos, los bárbaros(…)los/as que  no son  nada o considerados/as basura (1Cor 1.26-31).”5
Al hilo de esta reflexión, nos animamos a llamar a Antonia la Mujer del Ágape, de la ekklesía laica, una ekklesía que incluye a todos y todas. Una mujer visionaria de la comunidad de iguales, asumiendo el estilo nuevo de Jesús en la práctica y en la vivencia del poder: “Hagan esto en memoria de mí6: Hagan circular el poder en sus comunidades y en sus equipos de trabajo. Articúlense con otras/os y hundan sus raíces en una profunda experiencia de sabiduría religiosa: “Aquella que es capaz de tocar el corazón humano y alimentar esperanzas” (GUEVARA I, 2008). O sea, aquella que tiene su base en una profunda espiritualidad y mística. Y por encima de todo, en el AMOR que se expresa en hechos concretos de lo cotidiano del caminar y, en el compromiso solidario con las mujeres en contexto de prostitución o en situación de trata de personas con fines de exploración sexual. En un compromiso que parte de los gestos simples de acogida a las mujeres, hasta un compromiso y una  militancia política que incida en las causas estructurales que generan la desigualdad social y la explotación económica y sexual de las mujeres.
Una mujer que se distinguió por su estilo humano y amoroso en las relaciones interpersonales: Con las hermanas, con las Marías, con las personas benefactoras, con las familias de las hermanas, y  mucho más, con cada una de mujeres en las cuales veía la “imagen de Dios7. El testamento que dejó antes de celebrar su Pascua definitiva, está impregnado de esas actitudes, ya que ella logra romper con el palacio, con un tipo de iglesia también palaciega y todo lo que esta conlleva. Haciendo una ruptura con una imagen del “Dios Altísimo”, sale al encuentro de las mujeres del llamado “bajo meretricio”, de aquellas consideradas “laos”, la escoria, lo último, lo que no cuenta. A partir de esta ruptura, la vida de Antonia estuvo marcada por  un talante profético, por el estilo nuevo que Jesús inauguró y nos dejó como un mandato, con carácter de legado antes de partir: Vivan el Amor hasta las últimas consecuencias, hasta la entrega de la VIDA en martirio por la causa de las personas más empobrecidas.  
Antonia encarnó ese legado. Se refleja en su testamento que podemos bautizar como: Memorial del amor humano. Es un testamento que nos invita a revisitar nuestra vida personal, la vida de las comunidades y de los equipos. Y luego preguntarnos: ¿Qué es lo que caracteriza nuestras relaciones? ¿Cuáles son las huellas que, en ellas vamos dejando? ¿Qué éxodos van aconteciendo? ¿Qué rupturas vamos haciendo? Con certeza podremos inferir que nos esforzamos por dejar la impronta de un estilo humano, el del AMOR. Amor  que va más allá de las diferencias, sean culturales, personales o provenientes de las diferencias en la manera de ver las situaciones, de pensarlas, de sentirlas etc. Es el Amor el que hace que estas diferencias se puedan relativizar hasta poder integrarlas y mirarlas según el corazón de Dios. Es la misericordia, es el Amor el que mueve nuestros pasos a salir, a descubrir nuevos horizontes, los horizontes de las periferias y de todas aquellas realidades catalogadas como “laos”.
El testimonio y el memorial de Antonia María de la Misericordia nos interpelan hoy de manera incisiva: A vivir nuevas relaciones. Relaciones de igualdad integrando las diferencias y la pluralidad de  las personas y de las realidades culturales.
 “Dios se revela en la medida en que se avista un avance en un “Vivir bien,” gratificante y que impulsa a buscar siempre más. Nacen y crecen relaciones nuevas, cercanas a las que Jesús de Nazaret estableció con personas y realidades en el medio en el cual él se insertó. Fue esta percepción que produjo gran impacto, en medio de las comunidades, hasta una interpretación nueva con respecto del propio nombre del Dios de los cristianos/as[…]”8
Siguiendo a las comunidades del camino, como se llamaron a los/as primeros/as cristianos/as, estamos invitados/as a dar nuevos pasos, siguiendo las huellas de Jesús Redentor en las huellas de Antonia, siendo esa Asamblea de Dios, del Ágape. Y a través de un espacio circular, donde fluyen el Amor y la Misericordia en gratuidad. Es allí donde tienen un lugar privilegiado las personas o grupos considerados “Laos”, NADA en este mundo globalizado que excluye, desecha, deshumaniza y comercia con los cuerpos humanos de manera vertiginosa. De esta manera iremos a contramano de la propuesta del sistema capitalista neoliberal, individualista, materialista e inhumano.

Antonia soñó la comunidad de iguales. Hoy, las comunidades Oblatas del Redentor ampliadas,  sueñan y se comprometen, a gestar un mundo de relaciones más divinas  y humanizadas. Y cuanto más humanas, más divinas.


1. CAPITULO GENERAL Hnas. Oblatas del Santíssimo Redentor(2013) pág. 9.

2. GOMEZ RÍOS, Manuel, (1987), “Junto al Pozo”, Pág. 79, Ed. Covarrubias, 19, Madrid, España.

3. GALLAZI, SANDRO e RIZZANTE(2012), Ana Maria, Teologia das Mulheres a quem Deus revelou seus mistérios, ´pág. 343,Fonte editorial, São Paulo, Brasil.

4. Cfr ídem

5. Ídem

6. João 13,15

7. BIBLIOTECA HISTÓRICA HERMANAS OBLATAS DEL SSMO. REDENTOR (BH I) VOL. 1 “Orígenes de la Congregación Cronologías Generales y Documentos Varios”, pág. 218, párrafo 3°, Madrid, 1979.

8. Cfr. BERNARDI, Luciano, Testemunhas do Reino, 2014.


0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×