Por Hna. Shirley K. Riva, osr

Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía… Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí… El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer…Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos. Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. Como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos… Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes… (Jn 15,1ss).

¡Qué texto tan hermoso y tan difícil! En muchos momentos de la vida. Escuchar esta lectura del Evangelio de Juan es un invitación y una declaración de amor que no se puede llegar a comprender sino disponemos el corazón para dejarnos amar por Dios… que con dulzura nos dice “permanezcan en mi amor”… “los llamo amigos”.

En los primeros versículos nos invita Jesús a ser parte de su Vid, y animarnos a dar frutos. Ese fruto que viene de Dios cuando permanecemos aferrados en su tronco desde la Fe. Pero ¡ojo!, no es solo que nos dice que es todo lindo porque estoy muy cómodo ahí, sino que a pesar de dar frutos nos dice “que nos poda Dios”, para que seamos capaces de dar más todavía, y esa poda es lo que muchas veces nos duele porque es reconocer nuestras imperfecciones, nuestros pequeños gestos de desamor, y buscar que es lo que realmente Dios me pide en cada situación de la vida que me toca vivir. Es poner cada día mi vida en su presencia y escuchar su mensaje para mí, no mirando al otro o la otra que están a mi lado sino es una invitación a reconocerme y animarme a ir cambiando para dar cada vez más frutos. 

Y nos sigue recordando que separados de Él nada podemos hacer… quizás muchos digan Yo hago un montón de cosas todos los días pero ¿son realmente las cosas que Dios sueña para mí? ¿Estoy haciendo aquello que Él soñó?, ¿Pude descubrir los dones que me dio y los puse al servicio de los demás para que dieran fruto? Qué importante poder dialogar con Él y comenzar el día poniendo todo lo que vamos a hacer o vivir en sus manos, no para que inhabilite mi libertad y capacidad, sino para sabernos acompañados, sostenidos e iluminados por Dios. Te invito a que hagas el intento, quizás te sorprendas a vos mismo/a con reacciones o actitudes que no pensabas podías tener frente a algunas situaciones.

Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor… Qué bonita certeza que nos regala con estas palabras, que así como ellos se aman nos ama a cada uno. Dice en Isaías 49,16 “tengo tu nombre grabado en la palma de mi mano”, estamos en la época de los tatuajes y quien se hace uno siempre dice que ese tatuaje tiene un significado y generalmente ese significado es “afecto puro” (nombre de un hijo/a, familia, amor, lugar donde fui feliz, etc.) y Dios tiene nuestro nombre, el de cada uno, ¡es maravilloso! poder sentir ese amor único para con cada uno de nosotros, ese amor que acompaña, nos espera, nos respeta pero a su vez insiste y nos pide que no nos alejemos de Él y, por sobre todo, sufre con nosotros y se alegra con nosotros “Dios amigo”.

Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos… Venimos de vivir hace poco la Pascua, época en que recordamos y reconocemos este amor “hasta el extremo de Dios”. Pidamos a Dios nos de la capacidad de poder amar a los demás como Él nos ama, sabiendo perdonar, teniendo paciencia, respeto, ternura, palabras de cercanía, gestos de amor, miradas de compasión, en fin, amando como sabemos que Él nos ama a nosotros.

…Yo los llamo amigos… No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes… Dios no eligió y nos sigue eligiendo, nos llamó y nos sigue llamando “Amigos” palabra que algunas veces decimos con velocidad,  pero que contiene tanto significado, ¿quién no tiene en su vida la experiencia de “amistad”? y qué enriquecedor es sabernos amigos de alguien, ese amigo que está en las buenas y en la malas, quizás sin palabras pero siempre cerca, siempre dispuesto a escuchar, siempre firme para un abrazo, para un sostenernos del hombro o para mantenernos con la mirada cómplice. 

Para culminar con este momento de reflexión de la palabra y oración, te invito a leer la letra del canto de Cristóbal Fones SJ
(https://youtu.be/Y2lYTC4VkwA).

Alguien que tocado por Dios le pide que le enseñe su modo de vivir. 


“Tu modo”

Jesús, al contemplar en tu vida el modo que Tú tienes de tratar a los demás me dejo interpelar por tu ternura, tu forma de amar nos mueve a amar; tu trato es como el agua cristalina que limpia y acompaña el caminar.

Jesús, enséñame tu modo de hacer sentir al otro más humano, que tus pasos sean mis pasos; mi modo de proceder.

Jesús, hazme sentir con tus sentimientos, mirar con tu mirada, comprometer mi acción, donarme hasta la muerte por el reino, defender la vida hasta la cruz, amar a cada uno como amigo, y en la oscuridad llevar tu luz.

Jesús, yo quiero ser compasivo con quien sufre, buscando la justicia, compartiendo nuestra fe, que encuentre una auténtica armonía entre lo que creo y quiero ser, mis ojos sean fuente de alegría, que abrace tu manera de ser.

Quisiera conocerte, Jesús, tal como eres. Tu imagen sobre mí es lo que transformará mi corazón en uno como el tuyo que sale de sí mismo para dar; capaz de amar al Padre y los hermanos, que va sirviendo al reino en libertad.


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