“Mi dicha es estar cerca de Dios, yo he puesto mi refugio en ti, Señor, para proclamar todas tus acciones” (Sal. 73, 28)

Por Hna. Shirley K. Riva, osr

En muchos textos bíblicos descubrimos en Jesús un ser intenso, apasionado por la vida, de profunda oración, buscador siempre de cumplir con la voluntad de su Padre y  que por sobre todas las cosas supo amar, amar a sus padres, en especial en su relación con María, y amar a sus amigos…

Nos encontramos con relatos donde se conmueve hasta sus entrañas ante la realidad de la gente, ante el sufrimiento de tantos, pasó su vida pública haciendo el bien a todos y cada uno. Supo del dolor ante la muerte de su amigo, supo de traición y vivió la humillación, los insultos injustos, los golpes y frente a la muerte la certeza de que su misión estaba cumplida y la infinita misericordia de perdonar aún a aquellos que le hicieron pasar los peores momentos.

En este espacio de reflexión quiero que pensemos juntos en nuestras vidas, estamos en momentos sociales complejos, donde se hace difícil muchas veces tener opiniones diversas, donde la tecnología y las propuestas del afuera nos van alejando de la palabra verbal, de mirar a los ojos, abrazar, tener gestos de ternura y llegar a la empatía con quien tengo cerca. 

Ante muchas situaciones hoy podemos enfrascarnos en el celular, me pasa muy a menudo observando en los bares que veo dos personas compartiendo un café pero no la conversación, y ante esto cuanto más difícil aún poder compartir la Fe y la Esperanza.

En momentos críticos recurrimos enseguida a la oración, no sé si personal pero sí pedimos que recen por nosotros, o sea, en el fondo sabemos que Jesús se sigue interesando por nuestra vida pero cómo nos cuesta recordarlo a diario ¿verdad?

En una visita a una mujer en la calle nos contaba su cambio de vida, como sentía que ahora, que había dejado el alcohol, Dios la estaba ayudando, y yo me cuestioné ¿será que ahora Dios estaba con ella? o ¿será que Dios siempre estuvo con ella aún en esos momento que no sabía cómo seguir?, ¿será que Dios no la estaba acompañando en esa situación porque estaba enojado por sus decisiones?, yo realmente creo que ¡no!, creo que Dios sufría a su lado, se conmovía por su vida y su dolor, e incluso, hasta sostenía sobre sus hombros su cabeza, muchas veces, para que no cayera del todo. Hay un relato muy conocido, “Huellas en la arena”, que nos habla de este camino de encuentro con Dios y como en muchos momentos de nuestra vida nos lleva cargados sobre sus brazos. ¿Será que nos animamos a vivir y descubrir este amor profundo de Dios para con cada uno?

Dios tiene un sueño para cada uno de nosotros, y es que podamos ser felices ¿estamos en camino de decir que somos felices? Nos colman de malas noticias, nos va ganando el desánimo,  el “no te metas” en muchos momentos, y el vivir acelerados sin mirar a los demás, sin escuchar nuestro corazón, sin disfrutar de cada momento que es único e irrepetible.

¡La gran propuesta!: ser felices en las pequeñas cosas de cada día, sin esperar que vengan de los demás, sino animándonos a dar los primeros pasos, muchas veces nos quejamos de todo pero nosotros ¿hacemos algo para que las cosas sean distintas?… ¿Seré capaz de:  saludar con una sonrisa, decir “buen día, buenas tardes, buenas noches”, no responder ante una agresión con otra, dar un abrazo, disfrutar del mate compartido o el aroma del café, poder abrir los ojos cada día y agradecer que estoy despierto, de ayudar a otro…? Cuántas más cosas se podrían enumerar y cómo nos cuesta descubrir esos pequeños milagros que acontecen en los momentos más simples y sencillos. 

Muchos momentos se evalúan algunas veces por la cantidad, por el número, sin embargo Jesús se destacó por mirar a cada persona. Si prestamos atención en los relatos bíblicos, el encuentro con la mujer samaritana, le llevaron delante la mujer adúltera, se encuentra en el camino con la hemorroisa, la viuda, el joven rico, y así tantos encuentros innumerables y personales. Sólo por uno vale la pena. 

Sabemos que especialmente ante la enfermedad solemos pasarla mal, ya sea propia o de un ser querido, pero aún en esos momentos está en cada uno de nosotros poder descubrir que hay detrás de lo que nos toca vivir, y tener la certeza que Dios está a nuestro lado, sufre con nosotros; y me imagino que al igual que a un padre le encantaría liberarnos de ese momento y se banca todo mi mal humor, enojos, falta de confianza pero decide cuidarnos, tomarnos de la mano, llorar con nosotros, acompañar. 

¡Qué maravilla de amor! Y qué complejo se hace poderlo describir con palabras. Había un canto en mi juventud que decía algo así: … que pena pensar que muchísima gente no vive la vida porque no la ve, y no la ve porque mira las cosas, mira al mundo, con sus propios ojos, en cambio si la gente lo hiciera a través del prisma del amor aún el dolor hablaría de Dios. Así ya lo humano pierde su color, cuando un alma se abandona a Dios. Sobre cada lágrima nace una sonrisa y en cada ocaso un amanecer. La frase del mundo no hay rosas sin espinas, se transformará, más bien se dirá no hay espinas sin rosas. 


Oración de San Francisco de Asís

¡Señor, haz de mi un instrumento de Tu PAZ.

Que donde haya odio yo ponga AMOR.

Donde haya ofensa, yo ponga PERDÓN.

Donde haya duda, yo ponga FE.

Donde haya error, yo ponga TU VERDAD.

Donde haya tinieblas, yo ponga TU LUZ.

Donde haya discordia, yo ponga UNIDAD.

Donde haya desesperanza, yo ponga ESPERANZA.

Donde haya tristeza, ponga yo ALEGRÍA.



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