Por Hna. Juana Lescano

 

Estamos saliendo del tiempo de invierno, tiempo de frío y aridez donde la fertilidad parece oculta. Vamos camino a la primavera y nos abriga la esperanza de los días más cálidos, más coloridos, donde vamos captando los primeros brotes de esperanza. 

A principios de agosto, fiesta de la “Pachamama”, algunos agricultores comienzan a roturar la tierra para la siembra. 

En esta oportunidad les invito a tomar el texto de Mateo 13, 24-52 que nos habla de la siembra donde aparecen el trigo y la cizaña:

“Jesús les propuso otra parábola: Aquí tienen una figura del Reino de los Cielos. Un hombre sembró buena semilla en su campo, pero mientras la gente estaba durmiendo, vino su enemigo, sembró malas hierbas en medio del trigo y se fue. Cuando el trigo creció y empezó a echar espigas, apareció también la maleza. Entonces los trabajadores fueron a decirle al patrón: Señor ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, viene esa maleza? Respondió el patrón: Eso es obra de un enemigo. Los obreros le preguntaron ¿Quieres que arranquemos la maleza? No, dijo el patrón, pues al quitar la maleza podrían también arrancar el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la hora de la cosecha. Entonces diré a los segadores: corten primero las malas hierbas, hagan fardos y arrójenlas al fuego. Después cosechen el trigo y guárdenlo en mis bodegas”.

Ahora les propongo realizar nuestra propia siembra, atesoremos y hagamos germinar esa semilla que es capaz de subvertir la frialdad de la estación estable, monótona, fría; dejemos que esa semilla sea tan poderosa que haga tambalear las estructuras amenazantes de la maleza.

Es muy importante esta etapa de pensar, decidir qué queremos sembrar y lanzarnos a la siembra. 

Ahora, no basta con escoger qué tipo de semilla vamos a utilizar sino la etapa de preparar la tierra. El futuro de la semilla también depende del tipo de suelo que la recibe, esto lo podemos visualizar en la parábola del sembrador, siguiendo el evangelio de Marcos 4, 3-8:

“Escuchen esto: el sembrador salió a sembrar. Al ir sembrando, una parte de la semilla cayó a lo largo del camino, vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde había poca tierra. Pero cuando salió el sol, las quemó y, como no tenían raíces, se secaron. Otras semillas cayeron entre espinos; los espinos crecieron y las sofocaron, de manera que no dieron fruto. Otras semillas cayeron en tierra buena: brotaron, crecieron y produjeron…”

Con este otro pasaje podremos sacar la conclusión que no basta escoger buena semilla sino contar con buena tierra y prepararla. Aquí nos podemos preguntar ¿Contamos con buena tierra? ¿De qué manera la estamos preparando? Esa tierra puede ser nuestra propia vida, la vida de las personas que acompañamos, etc.

Volviendo al pasaje de Mateo, donde se trata del trigo y la cizaña, vemos que luego de haber sembrado buena semilla, “mientras dormían” fue donde se sembró la mala hierba. Con este dato podemos pensar: primero era necesario dormir, descansar luego de haber trabajado en la siembra. Una vez realizada la tarea es necesario retirarse y confiar en el trabajo realizado; sabiendo que otros factores influyen. Por otro lado, esta misma expresión, “mientras dormían”, puede significar momentos donde se pierde el horizonte, donde podemos estar distraídos o distraídas y nos olvidamos del sembrado. Tal vez nos absorben otras preocupaciones o es que no priorizamos el cuidado de la siembra. Entonces me surge plantear: luego del trabajo es necesario descansar, dormir bien para estar bien despiertos, despiertas y seguir con atención el proceso vital de la semilla. 

Para ahondar en la parábola del trigo y la cizaña comparto algunos de los principios de Sumak Kawsay (el buen vivir de los quechuas) que nos puede aportar a esta reflexión:

“Suma Irnakaña” que quiere decir saber trabajar. Para el indígena originario el trabajo no es sufrimiento, es alegría, debemos realizar la actividad con pasión e intensamente.

“Suma Ikiña”, esto se refiere al saber dormir. Se tiene que dormir tomando la energía de dos días; dormir antes de la medianoche y horas de la mañana siguiente, esto para contar con la energía de los dos días y luego estar bien despiertos, despiertas para la misión.

Otro aspecto es “Suma Lupiña” que refiere al saber meditar, es decir, entrar en un proceso de introspección. Llegar al silencio que equilibra y armoniza, ejercicio necesario antes de tomar una decisión importante, esto, vinculado a la parábola sería saber el momento oportuno para quitar la hierba mala. Otro principio relacionado a este es el saber pensar, “Suma Amuyaña”. Aquí la reflexión no sólo desde lo racional sino desde el sentir sin perder la razón. 

Con toda esta iluminación hagamos nuestra siembra confiando en la propia sabiduría e intuición.

Llegará el tiempo de la cosecha, que es un tiempo de celebrar y agradecer. Aquí tenemos el principio de saber dar y recibir, “Suma Churaña, suma Katukaña”, reconociendo que el trabajo está hecho de la suma de muchas fuerzas. 


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