En este año de melancolía en que ando a veces, una noche de las pocas en que no podía dormirme, gracias a Dios y al profesional que me atiende, comencé a recordar mi juventud,  mis veinte años.
A los diecinueve conocí al Adol. Estaba  trabajando en una empresa metalúrgica. En  mi sección éramos todos jóvenes…. ¡Cómo nos reíamos!!! Despectivamente, los gerentes le decían “el club”. En esa época, las chicas que “noviábamos”, soñábamos con casarnos, tener hijos, formar nuestra familias…
Y ahí, por los años setenta, no sé cómo, descubrí a la gran escritora argentina Poldy Bird. ¡Cómo me gustaron sus cuentos!: “Cuentos para Verónica”, “Cuentos de Amor”, “Cuentos para leer sin rímel”, “La Nostalgia” y tantos otros.
En la oficina circulaban de mano en mano, sobre todo el primero: “Cuentos para Verónica”. Más de una chica se veía acunando en sus brazos a su hijita a quien le pondría ese nombre.
Esa noche me puse a releer el libro  “Cuentos de Amor” y llamó mi atención uno, que leí infinidad de veces, titulado: “Un grillo”, que habla de la suerte. Se llama así  porque la autora expresa la suerte de  que ese día un grillo   la despertara. Le dio tanta alegría que se puso a pensar en la suerte. A  mi esa noche de insomnio, me pasó lo mismo, pero no pensé en mi suerte sino en  lo importancia de  la palabra “SUERTE” . Creo,  tan mal encarada.
Te asedian los que te dicen que para tener suerte hay que ponerse tal o cual cadena, tal o cual talismán o dan volantes  por la calle o salen publicitados en los diarios en que visitando  a un  hombre o una mujer   de nombre exótico, con fluidos mágicos o sin ellos puede atraer al ser amado, o conseguir trabajo o lo que sea. Siguen las autodenominadas iglesias, a la que vas sin tener salud, ni trabajo, además de con problemas familiares y cuando salís ya recobraste la salud, al otro día conseguís trabajo y  solucionaste todos los problemas familiares. ¿Qué fácil no? Esta lista, de métodos para ser feliz (por así llamarlos)  puede ser tan… tan… extensa que supera lo más inimaginable.
Y tal vez, si alguna vez  pensamos que no tenemos suerte pongámoslo a leer este cuento de Poldy Bird. Les trascribo unos párrafos, para que vean que no estoy equivocada.
“(…) La suerte, eso que muchos creen que es la base del triunfo y la dicha, y no es nada más que la excusa para negarse, muchas veces, el triunfo y la dicha.
La suerte de lo que nuestra mente magnifica: el poder, la gloria y la riqueza.
Y no hablar nunca de la suerte de tener dos ojos que descubren la entrada de un hormiguero, el color de las amapolas, la curva dulce de las mejillas de los niños.
Y no hablar nunca de la suerte de tener dos manos que hagan crecer la masa del pan sobre la mesa, que recorran la geografía del cuerpo del que amamos con una caricia en la yemas de los dedos, que alisen la sábana de la cuna donde duerme el hijo…
Y no hablar nunca de la suerte de tener dos piernas que han saltado a la cuerda, que han rondado la plaza con paso enamorado…
Y, han llevado a su compás, los pasitos del hijo a la escuela, a la calesita…
Y no hablar nunca de la suerte de poder decir tu nombre y que lo escuches, de poder decir  te quiero y que lo sientas, de poder dormir con la cabeza apoyada en tu brazo y que mi respiración sea como una canción de cuna para tu sueño (…)”
¿No es hermoso?, ¿No es para pensar?, ¿No tiene razón?…. En este momento de mi vida me siento impactada por los últimos párrafos. Vuelvo a aclarar que el cuento es todo hermoso, hice una súper síntesis de lo que más me gustó y es parte de mi vida.
Tengo mucho más para contarles de esta escritora, mujer de éxito literario pero de vida privada muy sufrida, lo dejo para la próxima revista  sino sería muy larga. La revista es de todas y debemos compartir el espacio.
Continuará…
Mary Fiore


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