Una puerta que está siempre abierta… “a ver en ellas la imagen del Redentor”…
En el año de la fe, vamos a encontrar a Jesús en los rostros de hermanos/as víctimas de la injusticia y el desamor…
Hna. Mariana Serrano – Oblata del Santísimo Redentor 
Reflexión Bíblica desde la Espiritualidad Oblata
Extrato de micro radial del Programa “Mar adentro” Radio María – Febrero de 2013
Vamos a abrir juntos nuevamente la puerta de nuestro corazón a Jesús que nos invita a navegar “Mar adentro”. Y vamos a comprobar que en este año de la fe, en la carta apostólica “Porta fidei”, el Papa Benedicto XVI nos habla de que hay “Una puerta que está siempre abierta”, y nos invita a cruzar el umbral y entrar en la profundidad de nuestra vida de fe, a la vez que está siempre abierta para cruzar el umbral y salir a compartir nuestra fe con los demás.
Quiero compartir hoy algo de mi vida y mi fe, como mujer consagrada al amor de Dios, dentro de la Familia Religiosa de Oblatas del Santísimo Redentor, la cual está integrada por Hermanas, laicas y laicos, que día a día actualizamos el compromiso solidario que comenzaron el 1° de Junio de 1864, nuestros fundadores la Madre Antonia María de Oviedo y Schonthal y el Obispo benedictino, Padre José María Benito Serra, en la ciudad de Ciempozuelos, muy cerca de Madrid, en España. Nuestra misión es la de acompañar y “dar respuestas de humanización y liberación” a las mujeres en situación de explotación sexual, tanto en la prostitución como por la trata de personas. (Cf. XIX Capítulo General 2007)

Me hago eco de las palabras expresadas en el Nº. 13 de la carta apostólica “Porta FideiPuerta de la fe”. Allí se nos invita a recorrer la historia de nuestra fe, durante estos más de 2000 años. “Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap. 7,9; 13,8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llama a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública, y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confían. También nosotros vivimos por fa fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia”.
Les invito a pensar dónde es que descubrimos que se refleja el rostro mismo de Cristo. Mirar desde la fe, el rostro de nuestros hermanos y hermanas más necesitados y tratar de reconocer allí el rostro de Jesús resucitado.
Como Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor tenemos documentos congregacionales que a la luz de la Buena Noticia de Jesús van guiando nuestra misión específica. En el Capítulo General de 2001, nuestras hermanas capitulares nos anuncian: El Espíritu, presente y actuante en la realidad, nos hace sensibles para descubrir, personal y comunitariamente a Jesús, muerto y resucitado, en las mujeres en situación de prostitución, y nos concede el Carisma para poder participar en el proyecto liberador que Dios tiene para ellas.” (Bajo el dinamismo del Espíritu – Capítulo General 2001 – Pg.18)
En este sentido, la Madre Antonia María de la Misericordia, nos deja muchos mensajes en sus cartas, en sus relatos, en sus escritos y normas de los orígenes de la Congregación. Una de las frases que es un legado de espiritualidad fuerte para cada una de nosotras, es: “Quiero que vean en ellas la imagen del Redentor”.
Ver en ellas, en las mujeres que llevan marcas en sus cuerpos, por la explotación sexual, la imagen del Redentor, no siempre es fácil, porque a veces, un rostro lleno de rencor, amargura, dolor, no es expresión deseable del “rostro del Redentor” que está en nuestra imaginación…
De hecho en los retratos que tenemos en nuestras comunidades hay un Jesús lindo, que sufre y lleva marcas en su cuerpo, cargando la cruz. Quizás, es ahí, en la cruz, donde podemos asemejar esa imagen de las mujeres cuando están llenas de sufrimientos por la cantidad de enfermedades u otros dolores internos que las aqueja después de años de prostitución. Los cuerpos expuestos a la explotación sexual y descuidados constantemente en temas de salud, quedan crucificados y marcados por el dolor.
En el documento Navega Mar Adentro, el Nº 58, nos habla de encontrar a Jesús en el rostro de quienes sufren porque ellos son sacramento de Cristo: “Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre e identificado con los pobres en su encarnación y en su cruz. En Él descubrimos con nitidez la dignidad de los pobres, débiles y sufrientes. La fe lleva a reconocer en toda persona, especialmente en el pobre, a un hermano en Cristo. Encontramos al Señor en los rostros de los hermanos/as que sufren… Ellos/as víctimas de la injusticia y el desamor, son sacramento de Cristo… La fe nos enseña que el amor infinito de Dios Padre jamás excluye a un ser humano.”
Nuestra tarea es encontrar allí la redención… ¿crees que es posible? Las/os invito a pensar unos instantes: ¿qué es la redención para mí? Misericordia, consolación, salvación… ¿qué más? ¿Es posible encontrar a Jesús en el rostro de los demás? Las/os invito a pasar por la memoria del corazón los rostros que nos han dejado pensando en Jesús… que nos han hecho reflejo de su presencia en nuestra historia personal.
Jesús es la visita de Dios entre nosotros, es el salvador que nos trae la redención, la misericordia, el perdón. Jesús se hace uno de nosotros, toma nuestra humanidad, se encarna en nuestra propia realidad y con su presencia nos ofrece su amor, su libertad, su dignidad de hijos e hijas de Dios. Como terminamos al rezar el Benedictus: “Nos visita el Sol que nace de lo alto… para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.” Que nuestros pasos anden caminos de paz, no siempre es fácil… se presentan grandes desafíos que tenemos que enfrentar… En Navega Mar Adentro, Nº 21: “Con oído atento y sensibilidad pastoral queremos mirar desde la fe la compleja realidad del mundo que nos toca vivir para discernir los signos de los tiempos <>. Guiados por la ayuda del Espíritu Santo, anhelamos reconocer y alentar cuanto hay de bueno y verdadero en las posibilidades de este momento histórico y queremos denunciar con audacia profética todo lo que atenta contra la dignidad de cada persona humana. Nada nos apremia tanto como acercarnos al corazón de esta realidad para transformarla desde sus raíces con la novedad del Evangelio”.
Para la Familia Oblata es un llamado urgente, acercarnos al corazón de la realidad que sufren las mujeres en la prostitución, desde la cercanía, la visita, el encuentro en las esquinas, plazas, hoteles y bares. Comprendemos lo difícil que es salir de esta esclavitud donde muchas veces las cadenas son invisibles, por eso las invitamos a nuestro centro de día “Puerta Abierta Recreando”, que el año pasado cumplió 20 años y sigue siendo “una puerta que está siempre abierta” para las mujeres. Es un espacio de capacitación y desde allí también ayudamos a que lleven adelante proyectos productivos para las que manifiestan su deseo de abandonar la prostitución. De esta manera, poco a poco, se va transformando la realidad de exclusión y explotación en las que están inmersas ellas y sus hijas/os.
Hay una canción que pide a María que nos haga a cada uno de nosotros/as, como ella, dice: “queremos ser visitadores de Dios”. Queremos salir al encuentro, tomar la iniciativa, ir a visitar, como dice el Nº 94 del documento Navega Mar Adentro: “no podemos contentarnos con esperar a los que vienen: Dios tomó la iniciativa de nuestra salvación, amándonos primero. Por tanto, imitando al Buen Pastor que fue a buscar a la oveja perdida, una comunidad evangelizadora se siente movida continuamente a expandir su presencia misionera en todo el territorio confiado a su cuidado pastoral y también en la misión orientada hacia otros pueblos”. Y a continuación, el documento propone varias y diversas maneras de llevar adelante la misión por parte de los agentes de pastoral. Y por parte de cada uno de nosotros/as, que estamos siendo llamados por Dios ahora y aquí mismo en nuestra propia realidad que nos toca vivir a cada uno. Desde nuestro lugar queremos dar nuestra respuesta y descubrir el propio rostro de Jesús en cada uno de nuestros hermanos y hermanas que sufren, que necesitan de nuestra presencia cercana, de nuestra oración, de nuestra solidaridad.  


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