“Es Jesús el que nos da la luz y puede hacer que nosotros/as seamos luz para los demás”
Parábola de las diez jóvenes – Mt. 25, 1 – 13   
Hna. Mariana Serrano – Oblata del Santísimo Redentor –
Reflexión Bíblica desde la Espiritualidad Oblata – Julio 2009
Vamos a intentar descubrir qué es lo que Jesús quiere decirle a nuestra vida, con la parábola que nos propone el Evangelio de San Mateo 25, 1 – 13. En algunas traducciones de la Biblia habla de la Parábola de las diez vírgenes, en otras, las llama las diez jóvenes. Esto hace alusión a las doncellas o vírgenes que acompañaban a los novios junto con otros invitados, en una boda oriental. Según la costumbre de la época, el novio se dirigía a la casa de la novia para recibirla de manos de sus padres y desde allí iban acompañados hasta la casa del novio donde se celebraba el banquete nupcial.

(Mt. 25, 1-4) “El Reino de Dios se parece a diez jóvenes que salieron con sus lámparas para recibir al novio. De ellas, cinco eran descuidadas y las otras previsoras. Las descuidadas, tomaron sus lámparas como estaban, sin llevar más aceite. Las previsoras, en cambio, junto con las lámparas llevaron sus botellas de aceite.”
Según los comentarios bíblicos, aquí el Reino de Dios es comparado con una boda, en la cual se han elegido a unas jóvenes para formar parte del cortejo, y la comparación está dirigida a los cristianos/as. Esta parábola es para vos, para mí, para quienes hemos sido elegidos por Dios para preparar las bodas de Jesús Redentor con la humanidad, para colaborar en el encuentro de todas las personas con Cristo. Con tu testimonio muchas personas se acercan cada día a Jesús, y juntos nos vamos animando a dar una mano a quienes más lo necesitan, y vamos encontrando en la solidaridad, en el servicio, en la vida y la práctica de Jesús, el sentido de nuestra vida.
Es importante conocer cuándo Jesús narra esta parábola. En el capítulo anterior del evangelio de Mateo, (24) encontramos a Jesús enseñando a sus discípulos por medio de ejemplos y parábolas. Respondiendo a sus preguntas y aconsejando con respecto a la fidelidad a Dios y a la perseverancia en la fe. Hay una frase que luego se retoma en el final de este pasaje que hoy estamos reflexionando: En Mt. 24, 42: “Estén despiertos, porque no saben en qué día vendrá su Señor”; y en Mt. 25, 13: “Estén despiertos, porque no saben el día ni la hora”.
Las jóvenes o vírgenes representan a los cristianos/as a la espera del “esposo”, a la espera de Cristo. Aún cuando tarde en llegar, la lámpara de su vigilancia debe estar a punto, la llama de la fe debe permanecer encendida.
Pensemos un momento cada uno/a en nuestra lámpara ¿Cómo está? ¿tenés el aceite suficiente para que permanezca encendida a pesar de los vientos, de las dificultades, de la noche oscura?
Vamos a profundizar en algunos aspectos para tratar de comprender un poco más la pedagogía de Jesús, que utiliza, entre otros métodos, el lenguaje de las parábolas, o sea, comparaciones sencillas, relacionadas a ejemplos de la vida cotidiana, para llegar a entender lo que es su misión y en especial cuando quiere hablarnos del Reino de Dios. De este modo Jesús, como maestro narrador de parábolas, invitaba y hoy nos llama a cada uno/a de nosotros/as, a escuchar con oídos atentos y abrir nuestro mundo. Intentar traducir en nuestra práctica diaria, a partir de lo que hacemos, el modelo propuesto por Jesús. La parábola exige una “respuesta”, un cambio de rumbo: el cambio de práctica, el cambio de vida, la conversión.
Podemos imaginar que las jóvenes estaban listas para participar en la boda. El tiempo se alarga porque Cristo demora. El sueño se apodera de ellas, esto no implica un descuido de parte de ellas, sino que simplemente se terminó el tiempo en que ellas pensaban entrar sin problemas.
A todos/as nos pasa que al empezar el camino de seguir las huellas de Jesús Redentor, al iniciarnos en la fe, no siempre podemos prever las pruebas o dificultades que se nos presentarán. Cuando somos jóvenes, no creemos que algún día nos costará muchísimo seguir fieles a nuestros compromisos, sobre todo los compromisos que asumimos por la fe en Jesucristo. Con el tiempo, muchas veces, cambian nuestras disposiciones, nuestra disponibilidad, nuestra docilidad a la fe. Las vidas de las/os santas/os, están llenas de estos ejemplos. Los fundadores de las Congregaciones, como ser Madre Antonia de la Misericordia y Padre José María Benito Serra, también vivieron la fuerte experiencia de perseverar en la fe aun en medio de las dificultades de la misión y el seguimiento a Jesús Redentor.
Es verdad que el camino a veces parece muy largo, te cansás, te dan ganas de llorar, de abandonar la marcha porque no se ve bien por donde seguir adelante, porque se hace de noche y no hay una luz para guiar tus pasos. Es Jesús el que nos da la luz, y puede iluminarnos a través de otra persona o bien hacer que nosotros/as seamos luz para los demás.
Muchas veces cuando hacemos oración, pedimos a Dios que El sea la Luz que encienda la noche que estamos atravesando.
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En la parábola de Mt. 25, 1 – 13, las jóvenes poco previsoras, no llevaron más aceite para sus lámparas. Las demás sí, ellas pensaron en construir su vida, aceptaron el desprendimiento, tomaron los compromisos con firmeza. Llevaron el aceite necesario para la luz, la entrega que una hace de sí misma y de todo lo que tiene.
¿Qué les parece? Cada uno/a de nosotros/as tiene la posibilidad de ser como las jóvenes previsoras y llevar la botella de aceite para que la lámpara tenga lo necesario para seguir alumbrando. ¿De qué está hecho tu aceite? ¿con qué contás para mantener viva tu fe? Algunas veces la esperanza es la que te impulsa a seguir caminando sobre las huellas de Jesús Redentor, otras veces la confianza y la fe en Dios te anima a enfrentar las dificultades con la certeza que las cosas van a cambiar, y muchas veces el amor te libera de situaciones dolorosas dándole el sentido a tu vida, regalándole un brillo nuevo, un resplandor diferente.
Pensemos en nuestro aceite, en lo que es fundamental para que nuestra lámpara no se apague: La fe, la esperanza y el amor, son como el fuego que se apaga si no tiene constantemente algo que quemar, si no tiene el aceite necesario para mantener la luz encendida.
A cada uno de nosotros/as, Jesús nos llama y nos elige para el Reino de Dios, esto implica permanecer en la fidelidad y la perseverancia.
Un grupo de Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor de Argentina y Uruguay, estuvimos realizando los ejercicios espirituales anuales y una de las reflexiones estuvo basada en la parábola de las diez jóvenes. Quiero compartir con ustedes nuestra oración, y recrear juntos/as esta oportunidad que tenemos de que cada vez que nos acercamos a la Palabra de Dios, ella es inspiradora de Vida Nueva.
Hagamos pasar por el corazón nuestros descubrimientos, aquellos que nos surgen con este texto del evangelio: confirmaciones, necesidades, desafíos, amenazas, horizontes nuevos.
En ese momento, un grupo de Hermanas re-escribimos nuestra parábola para anunciarla en nuestra comunidad de Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor:
“El Reino de Dios se compara a mujeres Oblatas que salieron con sus lámparas para iluminar el camino.
Para este recorrido, hay que ser previsoras de las botellas del aceite del Evangelio, de la oración, de la fraternidad, del diálogo, del corazón abierto y la mirada amplia.
No podemos dormirnos, es necesario que todas aportemos nuestra propia luz, para recibir despiertas el Nuevo Tiempo, los nuevos rostros, y entrar a celebrar y compartir la gran mesa del Pan de Vida y el Vino Nuevo que desborda junto a las mujeres y las/os laicas/os con quienes compartimos la misión”.
Las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, venimos realizando un proceso de liberación en solidaridad junto a las mujeres en situación de prostitución, y víctimas de trata de personas con fines de explotación sexual. Estamos llamadas a ser mujeres con la luz encendida, abiertas al diálogo, abiertas a la ronda de conversación, a hablar de nuestras búsquedas.
El Espíritu Santo de Dios, extiende esta invitación a todos/as, vos también estás llamado/a a mantener encendida tu lámpara, a abrirte al diálogo en tu casa, con tus compañeros/as de estudio o de trabajo, con tus amistades, porque la apertura al diálogo es lo que posibilita la disponibilidad para el Reino de Dios, porque nos abre a lo diverso, a confiar en que “otro mundo es posible”.
En nuestra parábola, al re-escribirla, reflejamos un nuevo modo de proceder, una práctica inclusiva en medio de esta sociedad excluyente: Desde lo mío propio, “mi aceite”, a lo ajeno que hay que empezar a querer, “la posibilidad de compartir el aceite con otros/as, que alcance para todos/as, que nadie se quede afuera”. Esta es una propuesta inclusiva, a la vez que habla de conversión, cambio de vida, reconciliación.
En los ejercicios espirituales, el P. Pere Riera nos decía que en nuestro compartir se ve reflejado mucho interés en este caminar sobre las huellas de Jesús Redentor que venimos recorriendo como Hermanas Oblatas: hay preocupación, deseo, ilusión, esperanza, movimiento que descoloca y pone en itinerancia, discipulado, movimiento que nos lleva a la misión. Y esto es propio de la Ruah que es inspiradora, es el Espíritu Santo de Dios.
Seguimos nuestro camino junto a María en oración, para que siga acompañándonos en la fidelidad, la entrega, la perseverancia y así mantengamos encendida la luz de la fe en Jesús Redentor.

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