La cena de Betania 
Juan 12, 1 – 3   
Hna. Mariana Rosa Serrano – Oblata del Santísimo Redentor
Buenos Aires, Argentina, Julio de 2009
Extracto de reflexión bíblica en el Programa “Vengan y vean” de Radio María.

Hoy vamos a reflexionar con el pasaje del Evangelio de Juan 12,1-3, donde se relata la cena que prepararon para Jesús, sus amigos de Betania: Lázaro, María y Marta.
Marta, recordemos el momento en que ella hace la primera profesión de fe, al manifestar que cree que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios que tenía que venir al mundo. Y esto lo dice pidiéndole a Jesús por su hermano.  Sabemos que Jesús tenía mucho cariño por estos tres hermanos. Lloró ante la muerte de Lázaro y le devolvió la vida.
Al inicio del Cap. 12 de Juan, encontramos a Jesús camino a Betania, a la casa de sus amigos: para descansar un poco de tantos días por el camino en la misión.

Las/os invito a ponernos en camino junto a Jesús en este día, y poder ir contándole acerca de nuestros cansancios, de las personas de nuestra familia que están enfermas, de nuestras comunidades, de nuestros proyectos de misión, aquello que nos preocupa hoy y hace que nuestro corazón no encuentre serenidad.

Una vez más el Evangelio presenta a Jesús caminando, ahora camina al encuentro de sus amigos muy queridos. Se dirige a “un lugar sagrado para la vida”, a ese espacio de cuidado y cariño que sólo la verdadera amistad lo brinda.
Los últimos versículos del capítulo anterior narran cómo los jefes judíos habían decidido matar a Jesús, por lo tanto, todos los que supieran donde estaba debían delatarlo. (Jn. 11,57). Solo y defendiendo su vida, Jesús busca refugio en la casa de sus amigos.

Todas nos sentimos llamadas a caminar sobre las huellas de Jesús Redentor, en busca de aquellos lugares sagrados que ayudan a cuidar la vida. Recordemos las veces que después de un arduo día de trabajo o de estudio, no vemos las horas de regresar a casa, a descansar, tomar algo caliente y reencontrarnos con personas queridas, con nuestras hermanas que nos esperan.

Es muy reconfortante, contar con personas amigas, con hermanas, que nos cuidan con cariño. Y Jesús tuvo esa experiencia y disfrutaba de recibir atenciones de su amigo Lázaro y sus amigas Marta y María de Betania.

Tomémonos un tiempo para pensar en esas personas queridas que nos acompañan, que son aliento en nuestra vida, que están cuando las necesitamos, aun cuando hay miles de kilómetros de distancia entre nosotros/as.

En Jn. 12,2, “Allí lo invitaron a una cena”. Qué bueno es descubrir que Jesús se deja invitar por sus amigos, come de las comidas que le preparan. Invitar a la cena, es invitar a la mesa, a la comunión. Y Jesús se complace en recibir la hospitalidad de ellos.
La alegría de los tres hermanos, amigos de Jesús, se refleja en una cena con varios invitados, donde seguramente Jesús es el amigo querido que llegó de viaje y al cual María atendía de una manera especial, mientras Marta servía y Lázaro estaba con los invitados.

En realidad, si nos ponemos a imaginar cómo serían estos amigos de Jesús, ellos presentan características del discipulado al que todas estamos invitadas, como vemos en la Conferencia de Obispos en Aparecida, donde se nos hace el llamado a ser discípulos y misioneros de Jesucristo.

Esas características del discipulado las podemos ver en:
María: siempre atenta a la palabra de Jesús y colaboradora de su misión sanadora.
Lázaro: testimonio de vida y acogida.
Marta: mujer de fe, disponibilidad, servicio y hospitalidad.

María de Betania, solía sentarse a los pies de Jesús, su Maestro, para escuchar su Palabra, ella era su discípula. En aquella noche María ofreció el mejor regalo que tenía, un aceite perfumado, ungió los pies de su maestro y los secó con sus cabellos. Así ella consigue dar una gran muestra de su amor. Expresa su gran gesto de amor al recibir también ella la misericordia y compasión de Jesús.
Jesús vive la unción, como una experiencia previa a su muerte. Él reconoce que ella tenía preparado ese aceite para el entierro. A la vez, la unción se hacía a los profetas y reyes, a los consagrados de Dios.
El aceite perfumado, el mejor y el más caro que María tenía para ofrecer, puede compararse con aquello que cada una de nosotras puede llegar a entregar a Jesús, la disponibilidad total de nuestra existencia, los dones que tenemos para compartir. Nuestra actitud de discípulas de Jesús, nos lleva también a contemplar sus pies como símbolo de itinerancia, señal del camino del Reino de Dios y fundamento de nuestra vida.

Al ungir los pies, María destaca la característica de caminante, Jesús dijo: Yo soy el camino, y además invitó al discipulado.
Queremos hoy seguir también nosotras, las huellas de su amor en nuestro corazón para estar siempre con Jesús, en todo momento.

En Jn. 12,3 dice que “Toda la casa se llenó con el olor del perfume.” La casa de los amigos, Betania, el lugar del descanso del camino y la misión, queda lleno de perfume.
Se da la comunión de los dones de cada uno. Es el llamado a la participación comunitaria en la misión.

Es bueno ponernos a pensar cuales son los dones, talentos, aptitudes que cada una tenemos para poner al servicio de la comunidad de fe y de vida. ¿Será posible que llenemos con nuestro perfume el lugar que nos toca compartir con nuestras hermanas de comunidad, con las/os laicas/os que compartimos la misión, con la familia, con los compañeros de trabajo o de estudio, con las amistades?

Esta espiritualidad de Betania, es parte fundamental del bagaje bíblico que desde nuestros orígenes las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, vivimos. La casa se llena de perfume cuando abrimos las puertas de nuestras casas y compartimos la mesa con las mujeres en situación de prostitución y las víctimas de trata de personas con fines de explotación sexual. Ellas también viven la experiencia de la soledad, y como Jesús en esa noche en Betania, necesitan una casa amiga, como refugio seguro ante la amenaza de muerte y la explotación (la esclavitud y la privación de la libertad).

En el camino de la vida, Dios va dándonos muchas personas en las cuales podemos llegar a ver el rostro de Jesús. Madre Antonia de la Misericordia, nos impulsa diciendo: “Quiero que vean la imagen del Redentor”, en cada una de las mujeres que sufre discriminación. Podemos ver el rostro de Jesús Redentor, en cada persona con la que nos encontramos en el día a día… abramos los ojos y descubrámoslo.


0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *