En este relato, Mateo nos presenta a Jesús resucitado reunido con sus discípulos en Galilea, y allí los envía para la misión de llevar la Buena Noticia por todas partes. Es el mismo Jesús quien llama a sus amigos y los invita a ser “discípulos misioneros”… Hoy también nos llama a nosotras/os y nos presenta el mismo proyecto. Está en cada una/o de nosotras/ os, darle la respuesta y aceptar con compromiso ser “discípulas/os y misioneras/os” en nuestra comunidad de fe y de vida.
Un relato introductorio 16 – 18ª V. 16: “… los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde les había ordenado Jesús”. La parte final del Evangelio de Mateo se abre con la mención de los once, no de los doce, ya que en Mt. 27,3-10, relata la muerte de Judas, el que lo había entregado.
La mención de Galilea demuestra el principio y el final de la misión de Jesús: En Mt. 4,16-17 narra que brilló una gran luz en Galilea de los gentiles donde Jesús comenzó a predicar. Y aquí la Iglesia comienza su misión de evangelizar a todas las naciones.


Además Galilea señala continuidad entre el Resucitado y Jesús terreno. Muestra que los que lo acompañaron en las ciudades de Galilea, sus amigos y discípulos, ahora allí son testigos de su resurrección.
V.17: “lo vieron, lo adoraron, pero algunos dudaron”.
El hecho de adorar, o bien postrarse ante alguien manifiesta absoluta sumisión. Esto se realizaba con dioses y reyes.
Es un rasgo de sinceridad el consignar las dudas que algunos tuvieron. A lo largo de todos los relatos de la resurrección aparece la idea de que quienes
vieron a Jesús no lo reconocían.
En cuanto a la duda, hay quienes piensan que se refiere no a los discípulos en el monte de Galilea, sino al presente de la comunidad de Mateo, al Hoy y la falta de fe de su comunidad.
Podemos hacer también nosotras/os, un examen, para ver si también hay falta de fe en nuestros corazones, en nuestra comunidad, en nuestra familia. Algunas veces, la duda carcome nuestro interior, y no logramos reconocer a Jesús presente en medio nuestro.
Pidamos a Jesús que nos ilumine, que como nuestro amigo no deje de invitarnos a la Galilea a seguir siendo sus discípulas/os y misioneras/ os… que envíe su Espíritu sobre nosotras/os así como impulsó a muchos/as fundadores/as de las diversas congregaciones religiosas de la Iglesia Católica… así como envió su Espíritu sobre la Madre Antonia de la Misericordia y el Obispo José María Benito Serra, dándoles la fortaleza para fundar la Congregación de Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor…
Rogamos entonces a Jesús que su Espíritu anime nuestra vocación, de seguir caminando sobre las huellas de Jesús Redentor, siendo discípulas/os y misioneras/os como lo expresa el Documento de la Conferencia de Obispos de Latinoamérica y el Caribe, en Aparecida: “ser instrumentos del Espíritu de
Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante las dificultades y resistencias”
(DA. 14).
Las palabras de Jesús 18 b – 20
Se presenta aquí el mandato misionero, que como está al final del evangelio de Mateo, puede tomarse como un testamento que concluye un procedimiento
de inclusión.

• Una revelación:

V. 18: “Se me dio todo poder en el cielo y en la tierra”.
Tras la resurrección se proclama el señorío universal de Cristo y su autoridad se confiere a su vez a sus discípulos. La vida resucitada de Jesús se presenta como transformación de una nueva vida corporal: su resurrección fue un acontecimiento escatológico más que histórico.Nuevamente encontramos el mensaje de Jesús donde Él mismo se presenta como transformación de una vida nueva… ¿somos capaces de reconocer esa experiencia en el día a día? Intentemos descubrir qué pasaría si a la rutina le voy dando un toque distinto… si busco el cambio, la transformación de mi propia vida.
• Un mandato:
V. 19a: “Vayan y hagan discípulos a todas las naciones…”.
La misión apostólica se expresa en términos de la experiencia de la iglesia primitiva, que actúa en virtud del encargo recibido de Jesús. Por su autoridad reúne discípulos de todas las naciones, no hay por qué hablar en delante de una misión restringida a los judíos.
En 2007, Aparecida dejó a la Iglesia del continente con un proyecto misionero, que va marcando estos años la vida de todos/as los/as cristianos/as.
Esto supone acoger este proyecto misionero y volver con pasión a la misión.

V. 19b: “bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. La tarea de la iglesia consiste en bautizar y enseñar. El bautismo es un rito de iniciación; bautizar “en el nombre” significa que la persona bautizada
pertenece a la Trinidad de personas cuyos nombres son invocados en el bautismo.
V. 20a: “enseñándoles a guardar las cosas que ordené”.
Esto hace referencia al objeto de la enseñanza .
Esta frase es un eco de la forma en que habitualmente presenta Mateo a Jesús: como el nuevo Moisés de un nuevo Israel. El término “mandato” no afirma que se establezca una nueva Ley, sino un nuevo estilo de vida, exactamente como la Ley de Moisés, en su época, instauraba un nuevo estilo de vida.

• Una promesa:
V. 20 b: “… yo estoy con ustedes todos los días…”.
Las palabras finales aseguran la presencia viva de Jesús en la iglesia, una presencia que apunta a la plenitud escatológica de la misma iglesia.
La resurrección no fue una simple vuelta a la vida ni una mera vindicación del Mesías, sino el comienzo de una nueva existencia en que la vida del Mesías se convierte en la vida permanente de este grupo que prolonga su misión. La iglesia misma es el testigo de la resurrección, porque su vida y su actividad son un testimonio permanente de que Jesús está vivo.
Así lo vivimos las Hnas. Oblatas del Santísimo Redentor, porque recibimos en herencia además de la promesa de la ternura y misericordia de Dios, el mensaje de Madre Antonia. Ella nos dice: “Quiero que vean en las mujeres en situación de prostitución, la imagen del Redentor”… ese es nuestro
testimonio, sentir que Jesús está vivo, también allí en ese corazón quebrantado, necesitado de amor y misericordia. De esta manera prolongamos la misión de Jesús también hoy.
Estamos llamadas a ser discípulas y misioneras de Jesús. Estamos invitadas a transmitir la Buena Noticia. No hay duda que en el proyecto misionero de Jesús hay un “vayan”, salgan a la calle, a esos ambientes difíciles y olvidados, más allá de nuestras fronteras, a esos lugares adonde nadie quiere ir…; contagien el fuego del Espíritu. ¡Qué se note en nuestra vida el impulso misionero

Hna. Mariana Serrano – Oblata del Santísimo Redentor –
Reflexión Bíblica desde la Espiritualidad Oblata – Julio 2009!


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