Hna. Mª Luisa del Pozo, OSR

En el número anterior, veíamos como Antonia es invitada por Serra a visitar los desiertos de Madrid donde cada noche se jugaba la vida y dignidad de las mujeres. Hoy, contemplamos como los dos: José Mª Benito Serra y Antonia Mª de Oviedo van a ser conducidos a la estepa. La palabra estepa es de origen ruso y se aplica a las regiones que generalmente se localizan a los lados de los desiertos, en los que la dureza de un clima extremado y seco permite sólo el crecimiento de hierbas cortas pero resistentes. Esto era Ciempozuelos, cuna de la Congregación. Territorio forjado en la reciedumbre de un clima extremadamente frío en invierno y de un calor abrasador en verano. La apertura del primer hogar para las mujeres, hará posible el inicio de una primavera.


El texto base para esta reflexión lo he tomado de Mt 12, 18-21 por entender que tiene un hondo significado para toda la Familia Oblata: Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: “Mirad a mi siervo, mi elegido, mi predilecto, en quien se complace mi alma. Sobre él he puesto mi Espíritu para que anuncie la justicia a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará, No se desanimará ni desfallecerá hasta que haya establecido en la tierra la justicia. En su nombre esperarán las naciones”.
Este texto referido a Jesús, sin duda, abarca la totalidad de la vida y misión de José Mª Benito Serra, de Antonia Mª de la Misericordia y de todas y cada una de las personas que, desde el día 1 de junio de 1864 hasta ahora, constituimos la Familia Oblata.
“Mirad a mi siervo, mi elegido, mi predilecto, en quien se complace mi alma…
Lo primero que me surge ante la contemplación de este texto es preguntarme e invitar a cada persona a hacerse estos mismos cuestionamientos: Quien soy yo y quien es Dios para amarme así? ¿Cómo me sitúo ante el misterio? Cuál es la experiencia que tengo de Dios y en que medida esa experiencia marca toda mi existencia como marcó la de Jesús y la de nuestros fundadores?
El teólogo Andrés Torres Queiruga dice: Dime como es tu visión de Dios y te diré como es tu visión del mundo; dime como es tu visión del mundo y te diré como es tu visión de Dios. Dicho de otra forma, dime que visión tienes de Dios y te diré que persona eres.
El itinerario espiritual de cada persona es un aventura inédita y original de cada una. Aunque como familia, compartamos el “caminar juntas/os sobre las huellas de Jesús…y hacernos semejantes a el”.
Cada uno de nosotros/as somos sueños del amor de Dios; Él nos ama como personas reales y concretas. Él nos quiere así como somos y está dispuesto a hacer maravillas partiendo de nuestra palpitante realidad. Se complace contemplándonos como obra que somos de sus manos. Siento que su amor creador sustenta mi ser en todos sus aspectos: La experiencia fundante, de la que parto. Sin él nada tiene sentido.
Sobre él he puesto mi Espíritu para que anuncie la justicia  a las naciones…
La persona creyente experimenta que Dios viene a ella y quiere perderse en Dios pero Dios la envía siempre a los demás. Dice Javier Vitoria que la experiencia del encuentro con Dios no la define el oasis del éxtasis sino el éxodo.
La misión hunde sus raíces en la elección o llamada del Señor a una persona sobre la que pone el Espíritu, para que, al igual que Jesús “introduzca y comparta en el mundo, y en nuestro caso con las mujeres, la Buena Noticia que es siempre liberación, luz y gracia”. Esta elección que es pública: mirad a mi siervo, exige testigos y nos recuerda permanentemente la misión para la que hemos sido llamadas.
Para la Familia Oblata, esta MISION de vivir un compromiso solidario con las mujeres que ejercen prostitución y son víctima de trata para la explotación sexual, y recorrer con ellas un camino de liberación, es apasionante pero es dura ya que supone “implantar la justicia en la tierra…” Machaconamente el texto reitera esta idea: traer, promover, implantar la justicia en una realidad sangrante en la que existe: ceguera, prisión, tinieblas, heridas.., y que ha de ser transformada mediante obras concretas: abrir los ojos, vendar heridas, abrir cárceles injustas y anunciar y compartir con las mujeres el año de gracia del Señor. La actitud ante la vida de cualquier persona que se dice seguidora de Jesús, ha de ser necesariamente liberadora o no será cristiana.
No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará, No se desanimará ni desfallecerá hasta que haya establecido en la tierra la justicia.
Nuestro mundo está lleno de voceadores que gritan a los cuatro vientos sus puntos de vista ya sean políticos, religiosos o defensores del dios mercado, que luchan sin desmayo para apoderarse de los medios de comunicación y así poder ganar a un mayor número de adeptos, discípulos, electores, consumidores… Gritan, vocean, insultan y hasta maldicen. También existen quienes hablan de liberación, pero no se mojan en la charca de la vida.
La manera de actuar de Jesús es muy diferente. Parte de su experiencia de relación con el Dios Padre-Madre que es todo Misericordia, que se introduce en la vida para humanizarla. No grita ni vocea. Promueve fielmente la justicia que no es precisamente como la justicia del mundo y su lenguaje son los hechos. “Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y se anuncia a los pobres la Buena Nueva. (Lc 7, 22).
Como Familia Oblata, estamos llamadas y llamados a vivir y a actuar como Jesús. A pasar junto a las mujeres haciendo el bien, sin vocear, sin tratar a toda costa que nos sigan. El escogió a los que quiso: poquitos. Al resto se limitó a curar, a sanar, a dar ánimo a las cañas cascadas, a las mujeres y hombres de su tiempo que a juicio de los demás estaban acabados, como la caña que se rompe y ya no sirve para instrumento musical o el pabilo que a falta de aceite se apaga. Para éstos, su mensaje es siempre el mismo: Animo. Tu fe te ha salvado. Vete en paz.
La persona que sigue a Jesús no busca compensación alguna, más bien, sabe que las consecuencias de vivir coherentemente la misión le aportará sufrimiento y correrá el riesgo de terminar como terminó Jesús y como terminan los profetas; pero no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho en la tierra. Su postura es firme e inquebrantable porque sabe en quien tiene puesta su confianza. Este sentimiento lo contagiará  justamente a aquellas personas que están a punto de extinguirse: la caña cascada y el pabilo vacilante.
En su nombre  esperarán las naciones.
Me atrevería a aventurar que en un mundo en el que aparece no una olla hirviendo, como vio el profeta Jeremías, sino miles de ollas a punto de explotar, tal vez el mundo y las mujeres necesiten simples ramas de almendro en flor, signos frágiles y gratuitos, indicadores de que la primavera va a venir, que todavía fluye la savia en las raíces del mundo y que es posible la novedad donde todo es destrucción. No estamos llamados/as a ser grandes lumbreras sino, como alguien expresó, pequeñas chispitas, pero que sobre los rastrojos pueden provocar un incendio y hacer que todo arda por contagio.
La celebración de los 150 años del inicio de la obra en Ciempozuelos (Madrid) puede ser una oportunidad excelente para invitarnos, a quienes nos sentimos continuadores de la misión iniciada por José Mª Benito Serra y Antonia Mª de la Misericordia, a tomar conciencia de la radicalidad de este texto: Profundizar quienes somos, quien es el Dios que nos ama y nos convoca a vivir, con el mismo talante de Jesús, la misión de compartir con las mujeres la Buena Noticia.
Las mujeres, no importa de que lugar, siguen esperando en nuestro nombre y la respuesta ya nos ha sido dada: es tan solo que practiquemos la justicia, que amemos con la misma ternura con la que Dios nos ama y que sigamos caminando humildemente con nuestro Dios. (Mi 6,8).
 

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